Page 55 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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EL ALMOHADÓN DE PLUMAS




            Su luna de miel fue un largo escalofrío.  Rubia, angelical y
            tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías
            de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, aunque a veces
            con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche
           juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura
            de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la
            amaba profundamente, sin darlo a conocer.
                 Durante tres  meses  -se habían  casado  en abril­
           vivieron una dicha especial.  Sin duda hubiera ella deseado
            menos severidad en ese rígido cielo de amor; más expansiva
           e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la
           contenía siempre.
                 La  casa  en  que  vivían  influía  no  poco  en  sus
            estremecimientos. La blancura del patio silencioso -frisos,
           columnas  y  estatuas  de  mármol- producía una otoñal
           impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del
           estuco, sin el más leve rasguño en las altas paredes, afirmaba
           aquella sensación de desapacible frío. Al cmzar de una pieza
           a otra, los pasos hallaron eco en toda la casa, como si un largo
           abandono hí.1biera sensibilizado su resonancia. En ese extraño
           nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. Había concluido, no
           obstante, por echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún
           vivía dormida en la casa hostil sin querer pensar en nada hasta
           que llegaba su marido.
                 No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de in­
           fluenza, que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se
           reponía nunca. Al fin, una tarde pudo salir al jardín apoyada en el
           brazo de su marido. Miraba indiferente a uno y otro lado. De
           pronto, Jordán, con honda ternura, le pasó muy lento la mano por
           la cabeza y Alicia rompió enseguida en sollozos,

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