Page 48 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de        con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desas­
           culpar a los otros, que es ·patrimonio especfüco de los corazo­      tre.Nada acaeció, sin embargo,  y los  padres pusieron en  su hija
           nes inferiores.                                                      toda  su complacencia, que  la pequeña llevaba  a  los  más
               Iniciáronse con el  cambio de pronombres: tus hijos. Y           extremos límites del mimo y la mala crianza.
          como  a  más  del  insulto  había  la  insidia, la  atmósfera  se          Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de
          cargaba.                                                              sus hijos, al nacer Bertita·olvidose casi del todo de los otros.
                                                                                                                        ·
               -Me parece -díjole una noche Mazzini, que acababa                Su  solo  recuerdo  la  horrorizaba, como algo  atroz  que  la
          de entrar y  se lavaba las manos-, que po'drías tener más             hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor
          limpios a los muchachos.    ·                                         grado, pasábale lo mismo.
               Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.                       No· por eso la paz había llegado a sus almas. La menor
               -Es  la  primera  vez  -repuso  al  rato-- que  te  veo          indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de
          inquietarte por el estado de tus hijos.                               perderla, los rencores por su descendencia podrida. Habían
               Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa            acumulado hiei'sobrado tiempo para que la víscera no quedara
          forzada:                                                              distendida, y al menor contacto, el veneno se vertía afuera.
               -De nuestros hijos, me parece.                                   Desde el primer disgu�to emponzoñado habíanse perdido el
               -'-Bueno; de nuestros hijos. ¿  Te gusta así? -alzó ella         respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con
          los ojos.                                                             cruel fruición, es cuando ya se comenzó a humillar del todo a
               Esta vez, Mazzini expresó �Iaramente:                            una persona.,,Antes se contenían por la mutua falta de éxito;
               -Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa,.¿no?             ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí
               -¡Ah, no! -se sonrió Berta, muy pá¡.ida-. ¡Pero yo               mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el
          tampoco, supongo  ... ! ¡No faltaba más  ...  _! -mprmuró.            otro haJ?íale fqrz1,1do a crear.
               -¿Qué, no faltaba más?                                                Con esos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos
               -¿Que si alguien tiene la-culpa, no soy yo, entiéndelo           mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de
          bien! Eso es lo que te quería decir.·                                 comer, los acostaba, con grosera brutalidad. No los lavaban
               Su marido la miró un  momento, con brutal deseo de               casi nuncá. Pasaban casi todo el día sentados frente al cerco,
          insultarla.                                                           abandonados �e toda remota caricia.
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               -¡Dejemos! -articuló al fin, secándose las manos.                     De este modo, Bertita_cumplió cuatro años, y esa noche,
               -Como quieras; pero si quieres decir.'  ..                       resultado de las golosinas que sus padres eran incapaces de
               -¡Berta!                                                         negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor
               -¡Como quieras!                                                  de verla morir o quedar idiota tomó a reabrir la eterna llaga.
               Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en              Hacía trys horas que no hablaban, y como casj siempre,
          las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble        los fuertes pasos de Mazzi�i fueron el motivo ocasional.
          arrebato y ansia de otro hijo.                                            -¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio?¿  Cuán­
               Nació así una niña. Mazzini y Berta vivieron d9s años            tas veces  ...  ?


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