Page 28 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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recóndito del alma de Nébel el santo orgullo de su adolescen -iOctavio! ¡Me va a matar! -clamó ella con ronca
cia de no haber tocado jamás, de no haber robado ni un beso súplica-. ¡Mi hijo Octavio! ¡No podría vivir un día!
siquiera, a la criatura que lo miraba con radiante candor. Pensó -¡Es que no vivirá dos horas si le dejo eso! -contestó
en las palabras de Dostoievski, que hasta ese momento no Nébel.
había comprendido: «Nada hay más bello y que fortalezca más -¡No importa, mi Octavio! ¡Dame, dame la morfina!
en la vida que un recuerdo puro». Nébel lo había guardado, ese Nébel dejó que los brazos se tendieran a él inútilmente,
recuerdo sin mancha, pureza inmaculada de sus dieciocho y salió con Lidia.
años, y que ahora yacía allí, enfangado hasta el cáliz sobre una -¿Tú sabes la gravedad del estado de tu madre?
cama de sirvienta. -Sí... Los médicos me habían dicho ...
Sintió entonces sobre su cuello dos lágrimas pesadas, Él 1a miró fijamente.
silenciosas. Ella a su vez recordaría ... Y las lágrimas de Lidia -Es que está mucho peor de lo que imaginas.
continuaban una tras ótra, regando, como una tumba, el Lidia se puso blanca, y mirando afuera ahogó un sollozo
abominable fin de su único sueño de felicidad. mordiéndose los labios.
Durante diez días, la vida prosiguió en común, aunque -¿No hay médico aquí?-murmuró.
Nébel estaba casi todo el día afuera. Por tácito acuerdo, Lidia -Aquí no, ni en diez leguas a la redonda; pero buscare-
y él se encontraban muy pocas veces solos; y aunque de noche mos.
volvían a verse, pasaban aún entonces largo tiempo callados. Esa tarde llegó el correo cuando estaban solos en el
Lidia misma tenía bastante que hacer cuidando a su comedor y Nébel abrió una carta.
madre, postrada al fin. Como no había posibilidad de recons -¿Noticias? -preguntó Lidia, inquieta, levantando
truir lo ya podrido, y aun a trueque del peligro inmediato que los ojos a él.
ocasionara, Nébel pensé en suprimir la morfina. Pero se -Sí -repuso Nébel prosiguiendo la lectura.
abstuvo una mañana que, entrando bruscamente en el come -¿Del médico ?-volvió Lidia al rato, más ansiosa aún.
dor, sorprendió a Lidia, que se bajaba precipitadamente las -No, de mi mujer -repuso él con la voz dura, sin
faldas. Tenía en la mano la jeringuilla, y fijó en Nébel su levantar los ojos.
mirada espantada. • A las diez de la noche, Lidia llegó corriendo a la pieza de
-¿Hace mucho tiempo que usas eso? -le preguntó al Nébel.
fin. -¡Octavio! ¡Mamá se muere!. ..
-Sí -murmuró Lidia, doblando en una convulsión la Corrieron al cuarto de la enferma. Una intensa palidez
aguja. cada verizaba y a el rostro. Tenía los labios desmesuradamente
Nébel la miró aún y se encogió de hombros. hinchados y azules, y por entre ellos se escapaba un remedo de
Sin embargo, como la madre repetía sus inyecciones con palabra, gutural y a boca llena.
una frecuencia terrible, para ahogar los dolores de su riñón que -Pla ... pla ... pla ...
la morfina concluía de matar, Nébel se decidió a intentar la N ébel vio enseguida sobre el velador el frasco de morfi
salvación de aquella desgraciada, sustrayéndole la droga. na, casi vacío.
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