Page 27 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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Lidia tuvo una fugitiva contracción de cejas y recuperó
 su serenidad.   La hija, tranquilamente, ocultó un poco a su madre, y
 -Muy bien mamá  ...  Nébel oyó el crujido de la ropa violentamente recogida para
 -¡Ah! ¿No sabes lo que dice? Está casado. ¡Tan joven  pinchar el muslo.   .   .   . ,
 aún! Somos casi de su familia  ...   Los ojos se encendieron, y una plenitud de vida cubno
 Lidia volvió entonces los ojos a Nébel, y lo miró un   como una máscara aquella cara agónica.
 momento con dolorosa gravedad.   -Ahora estoy bien  ... ¡Qué dicha! Me siento bien.
 -¿Hace tiempo? -murmuró.  -Debería dejar eso-dijo duramente  Nébel, mirándola
 -Cuatro años -repuso él en voz baja. A pesar de todo,  de costado-. Al llegar, estará peor.
 le faltó ánimo para mirarla.   -¡Oh, no! Antes morir aquí mismo.   .  .   .  .
               Nébel pasó todo el  día disgustado, y dec1d1do a v1v1r
          cuanto le fuera posible sin ver en Lidia y su madre más que dos
 INVIERNO
          pobres enfermas. Pero al caer la tarde, y a ejemplo de las fieras
 No hicieron el viaje juntos, por un último escrúpulo de Nébel,   que empiezan a esa hora a afilar las garras, el celo de varón
 en  una  línea  donde era  muy  conocido;  pero  al  salir  de la   comenzó a relajarle la cintura en lasos escalofríos.
 estación subieron todos en el bree de la casa. Cuando Nébel   Comieron temprano, pues la madre, quebrantada, desea­
 quedaba solo en el ingenio, no guardaba a su servicio domés­  ba acostarse de una vez. No hubo tampoco medio de que
 tico más que a una vieja india, pues -a más de su propia   tomara exclusivamente leche.
 frugalidad- su mujer se llevaba consigo toda la servidumbre.   -¡Huy!  ¡Qué  repugnancia!  No  la  puedo  pasar.  ¿Y
 De este modo presentó sus acompañantes a la fiel nativa como   quiere que sacrifique los últimos años de mi vida, ahora que
 una tía anciana y su  hija, que venían a recobrar  la salud perdida.   podría morir contenta?
 Nada más creíble, por otro lado, pues la señora decaía   Lidia  no  pestañeó.  Había  hablado  con  Nebel  pocas
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 vertiginosamente. Había llegado deshecha, el pie incierto y   palabras, y sólo al fin del café la mirad de éste se clavó en la
 pesadísimo, y en su facies angustiosa, la morfina, que había   de ella; pero Lidia bajó la suya ensegmda.
 sacrificado cuatro horas seguidas a ruego de Nébel, pedía a   Cuatro horas después, Nébel abría sin ruido la puerta del
 gritos una corrida por dentro de aquel cadáver viviente.   cuarto de Lidia.
 Nébel, que cortara sus estudios a la muerte de su padre,   -¡Quién es! -sonó de pronto la voz azorada.
 sabía lo suficiente para prever una rápida catástrofe; el riñón,   -Soy yo -murmuró apenas Nébel.
 íntimamente atacado, tenía a veces paros peligrosos que la   Un movimiento de ropas, como el de una persona que se
 morfina no hacía sino precipitar.   sienta bruscamente en la cama, siguió a sus palabras,  y el
 Ya en el coche, no pudiendo resistir más, la dama había   silencio reinó de nuevo. Pero  cuando la  mano  de  Nébel  tocó en
 mirado a Nébel con transida angustia:   Ja oscuridad un brazo fresco, el cuerpo tembló entonces en  una
 -Si me permite Octavio  ... ¡No puedo más! Lidia, ponte  honda sacudida.
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 delante.     Luego,  inerte al lado de aquella mujer que ya hab a
          conocido  el  amor  antes  que  él  llegara,  subió  de  lo  mas
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