Page 26 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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Lidia tuvo una fugitiva contracción de cejas y recuperó
su serenidad. La hija, tranquilamente, ocultó un poco a su madre, y
-Muy bien mamá ... Nébel oyó el crujido de la ropa violentamente recogida para
-¡Ah! ¿No sabes lo que dice? Está casado. ¡Tan joven pinchar el muslo. . . . ,
aún! Somos casi de su familia ... Los ojos se encendieron, y una plenitud de vida cubno
Lidia volvió entonces los ojos a Nébel, y lo miró un como una máscara aquella cara agónica.
momento con dolorosa gravedad. -Ahora estoy bien ... ¡Qué dicha! Me siento bien.
-¿Hace tiempo? -murmuró. -Debería dejar eso-dijo duramente Nébel, mirándola
-Cuatro años -repuso él en voz baja. A pesar de todo, de costado-. Al llegar, estará peor.
le faltó ánimo para mirarla. -¡Oh, no! Antes morir aquí mismo. . . . .
Nébel pasó todo el día disgustado, y dec1d1do a v1v1r
cuanto le fuera posible sin ver en Lidia y su madre más que dos
INVIERNO
pobres enfermas. Pero al caer la tarde, y a ejemplo de las fieras
No hicieron el viaje juntos, por un último escrúpulo de Nébel, que empiezan a esa hora a afilar las garras, el celo de varón
en una línea donde era muy conocido; pero al salir de la comenzó a relajarle la cintura en lasos escalofríos.
Comieron temprano, pues la madre, quebrantada, desea
estación subieron todos en el bree de la casa. Cuando Nébel ba acostarse de una vez. No hubo tampoco medio de que
quedaba solo en el ingenio, no guardaba a su servicio domés
tico más que a una vieja india, pues -a más de su propia tomara exclusivamente leche.
frugalidad- su mujer se llevaba consigo toda la servidumbre. -¡Huy! ¡Qué repugnancia! No la puedo pasar. ¿Y
De este modo presentó sus acompañantes a la fiel nativa como quiere que sacrifique los últimos años de mi vida, ahora que
una tía anciana y su hija, que venían a recobrar la salud perdida. podría morir contenta?
Nada más creíble, por otro lado, pues la señora decaía Lidia no pestañeó. Había hablado con Nebel pocas
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vertiginosamente. Había llegado deshecha, el pie incierto y palabras, y sólo al fin del café la mirad de éste se clavó en la
pesadísimo, y en su facies angustiosa, la morfina, que había de ella; pero Lidia bajó la suya ensegmda.
sacrificado cuatro horas seguidas a ruego de Nébel, pedía a Cuatro horas después, Nébel abría sin ruido la puerta del
gritos una corrida por dentro de aquel cadáver viviente. cuarto de Lidia.
Nébel, que cortara sus estudios a la muerte de su padre, -¡Quién es! -sonó de pronto la voz azorada.
sabía lo suficiente para prever una rápida catástrofe; el riñón, -Soy yo -murmuró apenas Nébel.
íntimamente atacado, tenía a veces paros peligrosos que la Un movimiento de ropas, como el de una persona que se
morfina no hacía sino precipitar. sienta bruscamente en la cama, siguió a sus palabras, y el
Ya en el coche, no pudiendo resistir más, la dama había silencio reinó de nuevo. Pero cuando la mano de Nébel tocó en
mirado a Nébel con transida angustia: Ja oscuridad un brazo fresco, el cuerpo tembló entonces en una
-Si me permite Octavio ... ¡No puedo más! Lidia, ponte honda sacudida.
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delante. Luego, inerte al lado de aquella mujer que ya hab a
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conocido el amor antes que él llegara, subió de lo mas
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