Page 32 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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concluida -debía partir, no era para ella-, caía más honda concluyera de una vez, y apenas aderezaba la alhaja, corría con
mente en la decepción de su matrimonio. Se probaba la alhaja, ella al espejo. Luego, un ataque de sollozos:
deteniéndose ante el espejo. Al fin, la dejaba por ah, y se iba -¡Todos, cualquier marido, el último, haría un sacrifi
a su cuarto. Kassim se levantaba al oír sus sollozos y la hallaba cio para halagar a su mujer! Y tú ... , y tú ... ¡Ni un miserable
en cama, sin querer escucharlo. vestido que ponerme tengo!
-Hago, sin embargo, cuanto puedo por ti -decía él al Cuando se traspasa cierto límite de respeto al varón, la
fin, tristemente. mujer puede llegar a decir a su marido cosas increíbles.
Los sollozos subían con esto y el joyero se reinstalaba La mujer de Kassim franqueó ese límite con una pasión
lentamente en su banco. igual por lo menos a la que sentía por los brillantes. Una tarde, al
Estas cosas se repitieron tanto, que Kassim no se levan guardar sus joyas, Kassim notó la falta de un prendedor -cinco
taba ya a consolarla. ¡Consolarla! ¿De qué? Lo cual no obstaba mil pesos en dos solitarios-. Buscó en sus cajones de nuevo.
para que Kassim prolongara más sus veladas, a fin de un -¿No has visto el prendedor, María? Lo dejé aquí.
mayor suplemento. -Sí, lo he visto.
Era un hombre indeciso, irresoluto y callado. Las mira -¿Dónde está? -se volvió él, extrañado.
das de su mujer se detenían ahora con más pesada fijeza sobre -¡Aquí!
aquella muda tranquilidad. Su mujer, los ojos encendidos y la boca burlona, se erguía
-¡Y eres un hombre, tú! -murmuraba. con el prendedor puesto.
Kassim, sobre sus engarces, no cesaba de mover los -Te queda muy bien -dijo Kassim al rato-. Guar-
dedos. démoslo.
-No eres feliz conmigo, María ---expresaba al rato. María se rió.
-¡Feliz! ¡ Y tienes el valor de decirlo! ¿Quién puede ser -¡Oh, no! Es mío.
feliz contigo? ... ¡Ni la última de las mujeres! ... ¡Pobre diablo! -¿Broma? ...
-concluía con risa nerviosa, yéndose. -¡ Sí, es broma! ¡Es broma, sí! ¡Cómo te duele pensar que
Kassim trabajaba esa noche hasta las tres de la mañana, podría ser mío ... ! Mañana te lo doy. Hoy voy al teatro con él.
y su mujer tenía luego nuevas chispas, que ella consideraba un Kassim se demudó.
instante con los labios apretados. -Haces mal... Podrían verte. Perderían toda confianza
-Sí ... No es una diadema sorprendente ... ¿Cuándo la en mí.
hiciste? -¡Oh! -cerró ella con rabioso fastidio, golpeando
-Desde el martes -mirábala él con descolorida ternu violentamente la pÚerta.
ra-: mientras dormías, de noche ... Vuelta del teatro, colocó la joya sobre el velador. Kassim
-¡Oh, podías haberte acostado!. .. ¡Inmensos, los bri se levantó de la cama y fue a guardarla en su taller bajo llave.
llantes! Cuando volvió, su mujer estaba sentada en el lecho.
Porque su pasión eran las voluminosas piedras que -¡Es decir, que temes que te la robe! ¡Que soy una
Kassim montaba. Seguía el trabajo con loca hambre de que ladrona!
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