Page 153 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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Yí fugazmente, de la vieja historia. Un rato después María
María Elvira no respondió una palabra, tampoco pareció
h lar al compa ero ideal que buscaba. De modo que, dete Elvira se detenía ante nosotros.
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-¿De qué hablan?
mendose, me d1JO con una sonrisa forzada -la ineludible -De muchas cosas; de usted en primer término -
forzada sonrisa que campeó sobre toda aquella historia:
-Si quiere, entonces, baile este vals con su amor ... respondió el médico.
-¡Ah, ya me parecía ... -Y recogiendo hacia ella un
-... al parecer. No agrego una palabra más -repuse silloncito romano, se sentó cruzada de piernas, con la cara
pasando la mano por su cintura.
sostenida en la mano.
Un es más transcurrido. ¡Pensar que la madre, Angé- -Sigan; ya escucho.
. � -Contaba aDurán -dijoAyestarain-que casos como
h a y . � u1s María están para mí llenos ahora de poético el qu�a pasado a usted en su enfermedad son raros, pero
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m1s eno. La madre es, desde luego, la persona a quien María hay algunqs. Un autor inglés, no recuerdo cuál, cita uno.
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Elv1ra tutea y besa más íntimamente. Su hermana Ja ha visto Solamente que es más feliz que el suyo.
desvestirse. Luis María, por su parte, se nermite pasarle Ja -¿Más feliz? ¿ Y por qué?
mano por la barbilla cuando entra y ell; está sentada de -Porque en aqu¿J no hay fiebre, y ambos se aman en
espaldas. Tres personas bien felices, como se ve, e incapaces sueños. En cambio, en este caso, usted era únicamente quien
de apreciar la dicha en que se ven envueltos.
¿Dije ya que la actitud de Ayestarain me había parecido
En cuant a mí, me paso la vida llevando ·cigarros a la amaba ...
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bo a como quien quema margaritas: ¿me quiere?, • no me siempre un tanto tortuosa respecto de mí? Si no lo dije, tuve en
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quiere? aquel momento un fulminante deseo de hacérselo sentir, no
Después del baile en lo de Peña, he estado con ella sólo con la mirada. Algo no obstante de ese anhelo debió
muchas veces en su casa, desde luego, todos los miércoles. percibir en mis ojos, porque se levantó riendo:
Conserva su mismo círculo de amigos, sostiene a todos -Los dejo para que hagan las paces.
con su risa, y flirtea admirablemente cuantas veces se lo -¡Maldito bicho! -murmuré cuando se alejó.
proponen. Pero siempre halla modo de no perderme de vista. -¿Por qué? ¿Qué le ha hecho?
Esto cuando está con los otros. Pero cuando está conmigo -Dígame, María Elvira -exclamé-. ¿Le ha hecho el
entonces no aparta los ojos de ellos.
¿Es esto razonable? No, no lo es. Y por eso tengo desde amor a usted alguna vez?
hace un mes una buena laringitis, a fuerza de ahumarme la -¿Quién, Ayestarain?
-Sí, él.
garganta. Me miró titubeando al principio. Luego, plenamente en
Anoche, sin embargo, hemos tenido un momento de
tregua. � ra miércoles. Ayestarain conversaba conmigo, y una los ojos, seria:
-Sí -me contestó.
breve mirada de María Elvira, lanzada hacia nosotros por -¡Ah, ya me lo esperaba ... ! Por lo menos ése tiene
sobr Ios ho bros de cuádruple flirt que la rodeaba, puso su suerte ... -murmuré, ya amargado del todo.
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esplendida figura en nuestra conversación. Hablamos de ella
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