Page 156 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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-Antes de irse-me dijo-¿no me quiere decir porqué
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            m rtuoria esperanza de suicida, fui la tarde anterior de mi
            sahda a  � espedirme de los Funes. Ya hacía diez días que tenía     se va?
              _
            mis pa�:-i.1es en el bolsillo -por donde se verá cuánto descon­          Su  voz  había bajado un  tono.  El corazón me  latió
            fiaba de mí mismo.                                                  locamente, pero como en un relámpago la vi ante mí, com_o
                          �
            .   María Elvir estaba indispuesta -asunto de garganta 0            aquella noche, alejándose riendo y negando con la mano: «No,
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           Jaqueca- pero  v1s1ble.  Pasé  un  momento  a  la  antesala a        ya estoy satisfecha ... » ¡Ah, no, yo también! ¡ Con aquello tenía
                  �
            saludar! . La hallé hojeando músicas, desganada. Al verme se        bastante!
            �
                       p
                             �
           s rprend1ó un  oco,  unque tu•:o tiempo de echar una rápida               -¡Me voy -le dije bien claro-, porque estoy hasta
                      �
           OJea � a al esp Jo. Tenia el rostro abatido, los labios pálidos y    aquí  de dolor,  ridiculez  y  verguenza  de  mí  mismo!  ¿Está
                              _
               }
           los  ººs hundidos de OJeras.Pero era ella siempre, más hermo­        contenta ahora?
           sa aun para mí porque la perdía.                                          Tenía  aún  su  mano  en  la  mía.  La  retiré,  se  volvió
                -L � ? ije sencillamente que me iba, y que le deseaba           lentamente, quitó la música del atril para colocarla sobre el
           mucha felicidad.                                                     piano, todo con pausa y mesura, y me miró de nuevo, con
                Al principio no me comprendió.                                  esforzada y dolorosa sonrisa:
                -¿Se va?¿ Y adónde?                                                  -¿ Y si yo ... le pidiera que no se fuera?
                                                                                     -¡Pero  por  Dios  bendito!  -exclamé-.  ¡No  se  da
                -A Norteamérica ... Acabo de decírselo.                         cuenta de que me está matando con estas cosas! ¡Estoy harto
                -¡Ah! -murmuró, marcando bien claramente la con-
               .
           tracción de los labios. Pero enseguida me miró inquieta.             de sufrir y echarme en cara mi infelicidad! ¿ Qué ganamos, qué
                -¿Está enfermo?                                                 gana usted con estas cosas? ¡No, basta ya!  ¿Sabe usted -
               -¡ Pst... ! No precisamente ... No estoy bien.                   agregué adelantándome- lo que usted me dijo aquella última
               -¡Ah! -murmuró de nuevo. Y miró hacia afuera a                   noche de su enfermedad? ¿Quiere que se lo diga? ¿Quiere?
           t avés de los vidrios abriendo bien los ojos, como cuando uno             Quedó inmóvil, toda ojos.
           �
           pierde el pensamiento.                                                    -Sí, dígame  ...
               Por lo demás, llovía en la calle y la antesala  no estaba clara       -¡Bueno! Usted me dijo, y maldita sea la noche en que
               Se volvió a mí.                                                  lo oí, usted me dijo bien claro esto: Y cuan-do-nÓ-ten­
               -¿Por qu� se va? -me preguntó.                                   ga-más-de-li-rio,  -¿me-que-rrás-to-da-vía?
               -¡Hum! -me sonreí-. Sería muy largo, infinitamen-                Usted tenía delirio aún, ya lo sé ... ¿Pero qué quiere que haga
          te largo de contar ... En fin, me voy.                                 yo ahora?  ¿Quedarme aquí, a su lado, desangrándome vivo
               María Elvira  fijó aún los ojos en mí, y su expresión             con su modo de ser, porque la quiero como un idiota ... ? Esto
          preocupada y atenta se tomó sombría. Ccnc!uyamos, me dije.             es bien claro también, ¿eh? ¡Ah! ¡Le aseguro que no es vida la
                                                                                 que llevo! ¡No, no es vida!
          Y adelantándome:
                                                                                     Y apoyé la frente en los vidrios, deshecho, sintiendo que
               -Bueno, María Elvira ...                                          después de lo que había dicho, mi vida se derrumbaba para
             .   Me tendió lentamente la mano, una mano fría y húmeda            siempre jamás.
          de Jaqueca.

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