Page 157 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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-Antes de irse-me dijo-¿no me quiere decir porqué
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m rtuoria esperanza de suicida, fui la tarde anterior de mi
sahda a � espedirme de los Funes. Ya hacía diez días que tenía se va?
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mis pa�:-i.1es en el bolsillo -por donde se verá cuánto descon Su voz había bajado un tono. El corazón me latió
fiaba de mí mismo. locamente, pero como en un relámpago la vi ante mí, com_o
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. María Elvir estaba indispuesta -asunto de garganta 0 aquella noche, alejándose riendo y negando con la mano: «No,
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Jaqueca- pero v1s1ble. Pasé un momento a la antesala a ya estoy satisfecha ... » ¡Ah, no, yo también! ¡ Con aquello tenía
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saludar! . La hallé hojeando músicas, desganada. Al verme se bastante!
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s rprend1ó un oco, unque tu•:o tiempo de echar una rápida -¡Me voy -le dije bien claro-, porque estoy hasta
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OJea � a al esp Jo. Tenia el rostro abatido, los labios pálidos y aquí de dolor, ridiculez y verguenza de mí mismo! ¿Está
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los ººs hundidos de OJeras.Pero era ella siempre, más hermo contenta ahora?
sa aun para mí porque la perdía. Tenía aún su mano en la mía. La retiré, se volvió
-L � ? ije sencillamente que me iba, y que le deseaba lentamente, quitó la música del atril para colocarla sobre el
mucha felicidad. piano, todo con pausa y mesura, y me miró de nuevo, con
Al principio no me comprendió. esforzada y dolorosa sonrisa:
-¿Se va?¿ Y adónde? -¿ Y si yo ... le pidiera que no se fuera?
-¡Pero por Dios bendito! -exclamé-. ¡No se da
-A Norteamérica ... Acabo de decírselo. cuenta de que me está matando con estas cosas! ¡Estoy harto
-¡Ah! -murmuró, marcando bien claramente la con-
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tracción de los labios. Pero enseguida me miró inquieta. de sufrir y echarme en cara mi infelicidad! ¿ Qué ganamos, qué
-¿Está enfermo? gana usted con estas cosas? ¡No, basta ya! ¿Sabe usted -
-¡ Pst... ! No precisamente ... No estoy bien. agregué adelantándome- lo que usted me dijo aquella última
-¡Ah! -murmuró de nuevo. Y miró hacia afuera a noche de su enfermedad? ¿Quiere que se lo diga? ¿Quiere?
t avés de los vidrios abriendo bien los ojos, como cuando uno Quedó inmóvil, toda ojos.
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pierde el pensamiento. -Sí, dígame ...
Por lo demás, llovía en la calle y la antesala no estaba clara -¡Bueno! Usted me dijo, y maldita sea la noche en que
Se volvió a mí. lo oí, usted me dijo bien claro esto: Y cuan-do-nÓ-ten
ga-más-de-li-rio, -¿me-que-rrás-to-da-vía?
-¿Por qu� se va? -me preguntó.
-¡Hum! -me sonreí-. Sería muy largo, infinitamen- Usted tenía delirio aún, ya lo sé ... ¿Pero qué quiere que haga
te largo de contar ... En fin, me voy. yo ahora? ¿Quedarme aquí, a su lado, desangrándome vivo
María Elvira fijó aún los ojos en mí, y su expresión con su modo de ser, porque la quiero como un idiota ... ? Esto
es bien claro también, ¿eh? ¡Ah! ¡Le aseguro que no es vida la
preocupada y atenta se tomó sombría. Ccnc!uyamos, me dije. que llevo! ¡No, no es vida!
Y adelantándome:
Y apoyé la frente en los vidrios, deshecho, sintiendo que
-Bueno, María Elvira ... después de lo que había dicho, mi vida se derrumbaba para
. Me tendió lentamente la mano, una mano fría y húmeda siempre jamás.
de Jaqueca.
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