Page 148 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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ahora frívolos me habían dicho, a ocho dedos de los míos:             vea. María El  vira se precave así contra mis posibles pretensiones
               -¿ Y cuando esté sana ... , me querrás todavía?                  por aquello· he aquí todo.
                                                                                                                                 t
                ¡A qué buscar luces, fuegos fatuos de una felicidad muerta,           En  1� que no tiene razón. Que me guste  desespera  d  amen e:
          sellada a fuego en el cofrecillo hormigueante de una fiebre cere­     muy bien. Pero que vaya a exigir el cumpli�i� -to
                                                                                                                      � �1¡��1�:,g:��
          bral! Olvidarla ... Siendo lo que hubiera deseado, era precisamente   de amor firmado sobre una carpeta de menmg1 is, '   .
          lo que no podía hacer.                                                 no.
               Más tarde, en el hall, hallé modo de aislarme con Luis                 Nueve de la mañana. No es hora sobreman�ra decen�e de
                                                                                                , es  Del baile de lo de Rodnguez Pena, a
          María, mas colocando a éste entre María El vira y yo; podía así        acostarse, pero asi  ·
                                                                                                                       1  y  hora a la
          mirarla impunemente,  so  pretexto  de  que  mi  vista  iba            Palermo. Luego (11 bar. Todo perfectamente so o.  a
          naturalmente más allá de mi interlocutor. Y es extraordinario cómo     cama  .                                    ·   · 11  os,
          su cuerpo, desde el más alto cabello de su cabeza al tacón de sus            Pero  no  sin  disponerme a concluir el paquete de  �1�arn
          zapatos, me producía un vivo deseo, y cómo al cruzar el hall           antes de que el sueño venga. y aq�í está la causa: �-aile anoche
          para ir adentro, cada golpe de su falda contra el charol iba           con María Elvira. y después de bailar, hablam_�s as1.
                                                                                                                                  d
          arrastrando mi alma como un papel.                                           -Estos puntitos en la pupila -me d1Jo, frente uno , e
               Volvió,  se rió,  cruzó  rozando a mi lado,  sonriéndome          otro en la mesita del buffet-, no se ?ªn ido aún. No sé qué sera  ...
          forzosamente, pues estaba a su paso, mientras yo, como un idiota,      Antes de mi enfermedad no los tema.
          continuaba soñando con una súbita detención a mi lado, y no                  Precisamente nuestra vecina de mesa acababa de_ hacerle
          una, sino dos manos, puestas sobre mis sienes:                          notar ese detalle. Con lo que sus ojos no quedaban smo más
               -Y bien: ahora que me has visto de pie, ¿me quieres                luminosos.
                                                                                                                          t  d  la caída· ,
          todavía?                                                                     Apenas comencé a responderle, me  d'  , cuen a  e
               ¡Bah!  Muerto,  bien  muerto me despedí y oprimí un                pero ya era tarde.
                                                                                                                                d  d  e
          instante aquella mano fria, amable y rápida.                                  -Sí -le dije, observando sus ojos-. Me acuer  o
                                                                                  que antes no los tenía...                     ,
               Hay, sin embargo, una cosa absolutamente cierta, y es                    y miré a otro lado. Pero María Elvira se ech? a reir:
          ésta: María Elvira puede no recordar lo que sintió en sus días de             -Es cierto; usted debe saberlo más que nadie.
         fiebre;   admito-  esto.  Pero  está  perfectamente                            ·Ah' ·Qué sensación de inmensa losa dem1mbada por fin
                                                                                                                              1
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          enterada  de  lo  que  pasó,  por  los  cuentos  posteriores.           de sobre mi pecho! ¡Era posible hablar de es�, por  fi  m.   ,.
          Luego es imposible que yo esté para ella desprovisto del menor                -Eso creo -repuse-. Más que nad1�, no sé  ... Pe_ro s ,
                                                                                                                                    1, .
          interés.  De  encantos  -¡Dios  me  perdone!- todo                       en el momento a que se refiere, ¡más que nadie, c�n segun�a �
         lo que ella quiera. Pero de interés, el hombre con quien se ha                 Me detuve de nuevo; mi voz comenzaba a baJar demasrn o
          soñado  veinte  noches  seguidas,  eso  no.  Por  lo  tanto,             de tono
          su  perfecta indiferencia a  mi  respecto no  es racional.                     �¡Ah, sí!-se sonrió María Elvira.  Apartó l�s ojos, seria
                                                                                    a  alzándolos a las parejas que pasaban a nuestro l_ado.
         ¿Qué  ventajas,  qué  remota  probabilidad  de  dicha                     y  '
         puede  reportarme  constatar  esto?  Ninguna,  que  yo                          Corrió un momento, para ella de perfecto olvido de lo que
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