Page 149 - Cuentos de Amor locura y Muerte
P. 149

ahora frívolos me habían dicho, a ocho dedos de los míos:  vea. María El  vira se precave así contra mis posibles pretensiones
 -¿ Y cuando esté sana ... , me querrás todavía?   por aquello· he aquí todo.
                                                           t
 ¡A qué buscar luces, fuegos fatuos de una felicidad muerta,  En  1� que no tiene razón. Que me guste  desespera  d  amen e:
 sellada a fuego en el cofrecillo hormigueante de una fiebre cere­  muy bien. Pero que vaya a exigir el cumpli�i� -to
                                                � �1¡��1�:,g:��
 bral! Olvidarla ... Siendo lo que hubiera deseado, era precisamente  de amor firmado sobre una carpeta de menmg1 is, '   .
 lo que no podía hacer.   no.
 Más tarde, en el hall, hallé modo de aislarme con Luis  Nueve de la mañana. No es hora sobreman�ra decen�e de
                          , es  Del baile de lo de Rodnguez Pena, a
 María, mas colocando a éste entre María El vira y yo; podía así  acostarse, pero asi  ·
                                                 1  y  hora a la
 mirarla impunemente,  so  pretexto  de  que  mi  vista  iba  Palermo. Luego (11 bar. Todo perfectamente so o.  a
 naturalmente más allá de mi interlocutor. Y es extraordinario cómo  cama  .   ·   · 11  os,
 su cuerpo, desde el más alto cabello de su cabeza al tacón de sus  Pero  no  sin  disponerme a concluir el paquete de  �1�arn
 zapatos, me producía un vivo deseo, y cómo al cruzar el hall  antes de que el sueño venga. y aq�í está la causa: �-aile anoche
 para ir adentro, cada golpe de su falda contra el charol iba  con María Elvira. y después de bailar, hablam_�s as1.
                                                            d
 arrastrando mi alma como un papel.   -Estos puntitos en la pupila -me d1Jo, frente uno , e
 Volvió,  se rió,  cruzó  rozando a mi lado,  sonriéndome  otro en la mesita del buffet-, no se ?ªn ido aún. No sé qué sera  ...
 forzosamente, pues estaba a su paso, mientras yo, como un idiota,  Antes de mi enfermedad no los tema.
 continuaba soñando con una súbita detención a mi lado, y no  Precisamente nuestra vecina de mesa acababa de_ hacerle
 una, sino dos manos, puestas sobre mis sienes:   notar ese detalle. Con lo que sus ojos no quedaban smo más
 -Y bien: ahora que me has visto de pie, ¿me quieres  luminosos.
                                                    t  d  la caída· ,
 todavía?         Apenas comencé a responderle, me  d'  , cuen a  e
 ¡Bah!  Muerto,  bien  muerto me despedí y oprimí un  pero ya era tarde.
                                                          d  d  e
 instante aquella mano fria, amable y rápida.   -Sí -le dije, observando sus ojos-. Me acuer  o
            que antes no los tenía...                     ,
 Hay, sin embargo, una cosa absolutamente cierta, y es  y miré a otro lado. Pero María Elvira se ech? a reir:
 ésta: María Elvira puede no recordar lo que sintió en sus días de  -Es cierto; usted debe saberlo más que nadie.
 fiebre;   admito-  esto.  Pero  está  perfectamente  ·Ah' ·Qué sensación de inmensa losa dem1mbada por fin
                      •  1
                                                        1
                   1
 enterada  de  lo  que  pasó,  por  los  cuentos  posteriores.  de sobre mi pecho! ¡Era posible hablar de es�, por  fi  m.   ,.
 Luego es imposible que yo esté para ella desprovisto del menor  -Eso creo -repuse-. Más que nad1�, no sé  ... Pe_ro s ,
                                                               1, .
 interés.  De  encantos  -¡Dios  me  perdone!- todo  en el momento a que se refiere, ¡más que nadie, c�n segun�a �
 lo que ella quiera. Pero de interés, el hombre con quien se ha  Me detuve de nuevo; mi voz comenzaba a baJar demasrn o
 soñado  veinte  noches  seguidas,  eso  no.  Por  lo  tanto,  de tono
 su  perfecta indiferencia a  mi  respecto no  es racional.  �¡Ah, sí!-se sonrió María Elvira.  Apartó l�s ojos, seria
              a  alzándolos a las parejas que pasaban a nuestro l_ado.
 ¿Qué  ventajas,  qué  remota  probabilidad  de  dicha   y  '
 puede  reportarme  constatar  esto?  Ninguna,  que  yo   Corrió un momento, para ella de perfecto olvido de lo que
 146                                 147
   144   145   146   147   148   149   150   151   152   153   154