Page 127 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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 afectara excesivament  I fi  urna  or. Con el violento chorro de
             -¡No quiero que me toque! -grité aún.
 chispas había b  astante, _Y en su total, _todo el éxito estribaba en
 que nuestro t o   -¡Espérate!
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 rigidez de su ci a  lado, no se d iera cuenta de la singular  En de instante llegamos al cañaveral.
 ·  ·       -¡Me voy a tirar al pozo! -aullé para que mi mamá me
 Las cosas s  e prec1prtan a v:ces de tal modo, que no hay
         oyera.
 tiempo ni alient ¡ara  contarlas. Solo sé que el padrastri  llo salió
            -¡Yo soy el que te voy a tirar!
 ·           Bruscamente desaparecí a sus ojos tras la cañas; corrien­
 como una  bomb� ,e su cuarto, encontrando a mamá  en el comedor.
 - A  estas ac á! ¿Sabes lo que han hecho? ;Te juro que
 esta vez s� /an' a acor  dar de mí!   do siempre, di un empujón a la piedra exploradora que espera­
 -¡ Alfonso!   ba una lluvia, y salté de costado, hundiéndome bajo la hojarasca.
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 -¿Qué? ;No faltaba más que  u tam  ién  ...  ! ;S1 no sabes  Tío desembocó enseguida, a tiempo que dejando de ver­
 educar a tus hiios  , yo  o voy a hacer!   me, sentía allá en el fondo del pozo el abominable zumbido de
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 .   Al  oir  la  voz  furiosa del  t'  ro,  yo,  que me  ocupaba  un cuerpo que se aplastaba.
            El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas
 inocentemente con  • hennana en hacer rayitas en el brocal del
 i       partes sus ojos .dilatados, y se aproximó al pozo. Trató de mi­
 aljibe, evoluc oné  ha: entr�r por la segu�da puerta en el comedor,
        rar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron.  Entonces
 y colocarme detrás d  e mama. El padrastn  llo me vio entonces y se
 m1.
 lanzó sobre  ,   pareció reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo y
 -;Yo no hice nada! -grité.   sus alrededores, comenzó a buscarme.
 pérate     Como desgraciadamente para el caso, hacía poco tiempo
 r gió m t ío co endo tras de  mí alrededor
 de la mes ��  ! - u  i   ,  rri  que el tío Alfonso cesara a su vez de esconderse para evitar los
 -;Alfonso, déjalo!   cuerpo a cuerpo con sus padres, conservaba aún muy frescas
 -¡Después te lo dejaré!   las estrategias subsecuentes, e hizo por mi persona cuanto era
 -!  Yo no quiero que me toque!   posible hacer para hallarme.
            Descubrió enseguida mi cubil, volviendo pertinazmente a
 -, Vamos, Alfonso! ¡Pareces una criatura 1  ·
 .
 ,
 Esto  era lo últi  _moque se �odia decir al padrastrillo. Lanzó  él con  admirable olfato;  pero  aparte de  que  la  hojarasca
 un juramento y sus piernas en m1 persecu  · ,   .   diluviana me ocultaba del' todo, el ruido de mi cuerpo estre­
 CIOn con ta  1 velocidad,  llándose asediaba a mi tío, que no buscaba bien, en consecuen­
 que estuvo a punto de al  canzarme. P�ro en ese instante yo salía
 como de una honda   cia.
 la puerta abierta, y disparaba hacia la
 quinta, con mi tío det���   Fue pues resuelto que yo yacía aplastado en el fondo del
        pozo, dando entonces principio a lo que llamaríamos mi ven­
 En cinco segund  · s p samos como una exhalación por los
 � �    ganza póstuma. El caso era bien claro.  ¿Con qué cara mi tío
 durazneros  los naran o �  y  os_ perales, Y fue en este momento
        contaría a mamá que yo me había suicidado para evitar  que él
 cuando la idea del pozo, y su piedra, surgió terriblemente nítida.
        me pegara?
            Pasaron diez minutos.
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