Page 132 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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LA MENINGITIS Y SU SOMBRA







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                                                                                  de Funes, y luego la charla del médico? Confieso no entender
                                                                                  una palabra �e todo esto.
                                                                                       He aquí las cosas. Hace cuatro horas, a las siete de la
                                                                                  mañana, recibo una tarjeta de Funes, que dice así:
                                                                                       Estimado amigo:
                                                                                       Si no tiene inconveniente; le ruego que pase esta noche
                                                                                  por casa. Si tengo tiempo ir;é a verlo antes. Muy suyo
                                                                                                                     Luis María Funes.
                                                                                       Aquí ha comenzado mi sorpresa. No se invita a nadie,
                                                                                  que  yo  sepa,  a  las  siete  de  la  mañana para  una  presunta
                                                                                  conversación en la noche, sin un motivo serio. ¿Qué me puede
                                                                                  querer Funes? Mi amistad con él es bastante vaga, y en cuanto
                                                                                  a su casa, he estado allí una sola vez. Por cierto que tiene dos
                                                                                  hermanas bastante monas.
                                                                                       Así, pues, he quedado intrigado. Esto en cuanto a Funes.
                                                                                  Y he aquí que una hora después, en el momento en que salía
                                                                                  de casa, llega el doctor Ayestarain, otro sujeto de quien he sido
                                                                                  condiscípulo en el  colegio nacional,  y con quien tengo en
                                                                                  suma la misma relación a lo lejos que con Funes.
                                                                                       Y el hombre me habla de a, b, y e, para concluir:
                                                                                       -Veamos, Durán: Usted comprende de sobra que no he
                                                                                  venido a verlo a esta hora para hablarle de pavadas, ¿no es
                                                                                  cierto?
                                                                                      -Me parece que sí -no pude menos que responderle.
                                                                                      -Es claro. Así, pues, me va a permitir una pregunta, una
                                                                                  sola. Todo lo que tenga de indiscreta, se lo explicaré ensegui­
                                                                                  dcl. ¿Me permite?

                                                                                                         131
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