Page 126 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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e a     d
            afectara excesivament  I fi  urna  or. Con el violento chorro de
                                                                                  -¡No quiero que me toque! -grité aún.
            chispas había b  astante, _Y en su total, _todo el éxito estribaba en
            que nuestro t o                                                       -¡Espérate!
                       í
                        � �i�;:l
            rigidez de su ci a  lado, no se d iera cuenta de la singular          En de instante llegamos al cañaveral.
                               ·  ·                                               -¡Me voy a tirar al pozo! -aullé para que mi mamá me
                 Las cosas s  e prec1prtan a v:ces de tal modo, que no hay
                                                                              oyera.
           tiempo ni alient ¡ara  contarlas. Solo sé que el padrastri  llo salió
                                                                                  -¡Yo soy el que te voy a tirar!
                   ·                                                              Bruscamente desaparecí a sus ojos tras la cañas; corrien­
           como una  bomb� ,e su cuarto, encontrando a mamá  en el comedor.
                 - A  estas ac á! ¿Sabes lo que han hecho? ;Te juro que
           esta vez s� /an' a acor  dar de mí!                                do siempre, di un empujón a la piedra exploradora que espera­
                -¡ Alfonso!                                                   ba una lluvia, y salté de costado, hundiéndome bajo la hojarasca.
                                                      .
                                        t,    b"
                -¿Qué? ;No faltaba más que  u tam  ién  ...  ! ;S1 no sabes       Tío desembocó enseguida, a tiempo que dejando de ver­
           educar a tus hiios  , yo  o voy a hacer!                           me, sentía allá en el fondo del pozo el abominable zumbido de
                    ,  J    I
          .     Al  oir  la  voz  furiosa del  t'  ro,  yo,  que me  ocupaba  un cuerpo que se aplastaba.
                                                                                  El padrastrillo se detuvo, totalmente lívido; volvió a todas
          inocentemente con  • hennana en hacer rayitas en el brocal del
                    i                                                         partes sus ojos .dilatados, y se aproximó al pozo. Trató de mi­
          aljibe, evoluc oné  ha: entr�r por la segu�da puerta en el comedor,
                                                                              rar adentro, pero los culantrillos se lo impidieron.  Entonces
          y colocarme detrás d  e mama. El padrastn  llo me vio entonces y se
                    m1.
          lanzó sobre  ,                                                      pareció reflexionar, y después de una atenta mirada al pozo y
               -;Yo no hice nada! -grité.                                     sus alrededores, comenzó a buscarme.
                    pérate                                                        Como desgraciadamente para el caso, hacía poco tiempo
                            r gió m t ío co endo tras de  mí alrededor
         de la mes ��    ! - u    i   ,  rri                                  que el tío Alfonso cesara a su vez de esconderse para evitar los
               -;Alfonso, déjalo!                                             cuerpo a cuerpo con sus padres, conservaba aún muy frescas
               -¡Después te lo dejaré!                                        las estrategias subsecuentes, e hizo por mi persona cuanto era
               -!  Yo no quiero que me toque!                                 posible hacer para hallarme.
                                                                                  Descubrió enseguida mi cubil, volviendo pertinazmente a
               -, Vamos, Alfonso! ¡Pareces una criatura 1  ·
                                         .
                                     ,
              Esto  era lo últi  _moque se �odia decir al padrastrillo. Lanzó  él con  admirable olfato;  pero  aparte de  que  la  hojarasca
         un juramento y sus piernas en m1 persecu  · ,   .                    diluviana me ocultaba del' todo, el ruido de mi cuerpo estre­
                                         CIOn con ta  1 velocidad,            llándose asediaba a mi tío, que no buscaba bien, en consecuen­
         que estuvo a punto de al  canzarme. P�ro en ese instante yo salía
        como de una honda                                                     cia.
                             la puerta abierta, y disparaba hacia la
        quinta, con mi tío det���                                                 Fue pues resuelto que yo yacía aplastado en el fondo del
                                                                              pozo, dando entonces principio a lo que llamaríamos mi ven­
              En cinco segund  · s p samos como una exhalación por los
                           � �                                                ganza póstuma. El caso era bien claro.  ¿Con qué cara mi tío
        durazneros  los naran o �  y  os_ perales, Y fue en este momento
                                                                              contaría a mamá que yo me había suicidado para evitar  que él
        cuando la idea del pozo, y su piedra, surgió terriblemente nítida.
                                                                              me pegara?
                                                                                  Pasaron diez minutos.
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