Page 121 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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Pero una invencible somnolencia comenzaba a apode
rarse de él, dejándole íntegras sus facultades, a la par que el NUESTRO PRIMER CIGARRO
mareo _se aceleraba. Creyó así notar que el suelo oscilante se
volvía negrb y se agitaba vertiginosamente. Otra vez subió a
su memoria el recuerdo de la corrección, y en su pensamiento
se fijó como una suprema angustia la posibilidad de que eso
negro que invadía el suelo ... Ninguna época de mayor alegría que la que nos proporcionó
Tuvo aún fuerzas para arrancarse a ese último espanto, a María y a mí, nuestra tía con su muerte.
y de pronto lanzó un grito, un verdadero alarido en que la voz Lucía volvía de Buenos Aires, donde había pasado tres
del hombre recobra la tonalidad del niño aterrado: por sus meses. Esa noche, cuando nos acostábamos, oímos que Lucía
piernas trepaba un preipitado río de hormigas negras. Alrede decía a mamá:
dor de él la corrección devoradora oscurecía el suelo, y el -¡Qué extraño ... ! Tengo las cejas hinchadas.
contador sintió por bajo del calzoncillo el río de hormigas Mamá examinó seguramente las cejas de nuestra tía,
carnívoras que subían. pues después de un rato contestó:
Su padrino halló por fin, dos días después, y sin la menor -Es cierto .... ¿No sientes nada?
partícula de carne, el esqueleto cubierto de ropa de Benincasa. -No ... Sueño.
La corrección que merodeaba aún por allí, y las bolsitas de Al día siguiente, hacia las dos de la tarde, notamos de
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cera, lo iluminaron suficientemente. pronto fuerte agitación en casa, puertas q e se abrían y no se
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No es común que la miel silvestre tenga esas propieda cerraban, diálogos cortados de exclamaciones y semblan es
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des narcóticas o paralizantes, pero se la halla. Las flores con asustados. Lucía tenía viruela, y de cierta especie hemorrág1ca
igual·carácter abundan en el trópico, y ya el sabor de la miel que había adquirido en Buenos Aires. , .
denuncia en la mayoría de los casos su condición -tal el dejo Desde Juego, a mi hermana y a tn1 nos entusiasmó el
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a resina de eucalipto que creyó sentir Benincasa. drama. Las criaturas tienen casi siempre la desgracia de q e
las grandes cosas no pasen en su casa. ¡Esta vez nuestra tia
-¡ casualmente nuestra tía!-enferrn de viruela! Yo, chico
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feliz, contaba ya en mi orgullo la amtstad de un agente de
policía, y el contacto con un payaso que saltando las gradas
había tomado asiento a mi lado. Pero ..hora el gran aconte
cimiento pasaba en nuestra propia casa; y al com nicarlo 1
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primer chico que se detuvo en la puerta de a lle a mu , hab1a
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ya en mis ojos la vanidad con que una c a ura de nguroso
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luto pasa por primera vez ante sus vecm11los atómtos Y
envidiosos.
Esa misma tarde salimos de casa, instalándonos en la
única que pudimos hallar con tanta premura, una vieja quinta
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