Page 118 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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. 't"l ue éste prolongara la suspen
la impresión --exacta por lo demás- de un escenario visto de la boca de Benincasa. Fue m:;a! los globos exhaustos; tuvo
día. De la bullente vida tropical, no hay a esa hora más que el sión, y mucho más que rep
teatro helado; ni un pájaro, ni un ruido casi. Benincasa volvía, que resig'1arse. ición de la cabeza en alto lo
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cuando un sordo zumbido le llamó la atención. A diez metros Entretanto, 1� soste ; :Ji� e miel quieto y los oj os bien
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de él, en un tronco hueco, diminutas abejas aureolaban la había maread? un poco. . d ó de nuevo el monte crepuscular.
entrada del agujero. Se acercó con cautela, y vio en el fondo de abiertos, Bemncasa consi �an posturas por demás oblicuas, y
la abertura diez o doce bolas oscuras, del tamaño de un huevo. Los árboles y el sue lo toma . .
-· b el vaivén del paisaJe.
-Esto es miel -se dijo el contador público con íntima su cabeza acompana a -pensó el contador-. y lo
gula-. Deben de ser bolsitas de cera, llenas de miel... _:_Qué curioso mareo ...
Pero entre él, Benincasa, y las bolsitas, estaban las peor es... . d r un paso, se había visto
abejas. Después de un momento de descanso, pensó en el Al levantarse e mte :�: e e: tronco. Sentía su cuerpo de
fuego: levantaría una buena humareda. La suerte quiso que obligado a caer de nue_vo s orno si estuvieran inmensamente
mientras el ladrón acercaba cautelosamente la hojarasca hú plomo, sobre todo l s pie ::�: nos le hormigueaban .
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meda, cuatro o cinco abejas se posaran en su mano, sin picarlo. hinchadas. Y los pies Y muy raro! -se repitió estúpi-
Benincasa cogió una enseguida, y oprimiéndole el abdomen -¡Es m� y raro, � uy rar �; ñ
i ar sin embargo el motivo de
constató que no tenía aguijón. Su saliva, ya liviana, se clarificó damente Bem ncasa, s m. esc � r
en melífica abundancia. ¡Maravillosos y buenos animalitos! esa rareza-. Como si tu iera ho migas ... La corrección
En un instante el contador desprendió las bolsitas de -concluyó. . .
cera, y alejándose un buen trecho para escapar al pegajoso y de pronto la resptraci ón se le cOJ:té en seco, de espanto.
, ·Estoy envene
contacto de las abejas, se sentó en un raigón. De las doce bolas, -¡Debe de ser la miel..! ¡Es venenosa .... 1
siete contenían polen. Pero las restantes estaban llenas de nado Pd��ª0 �� :J: :���::e� A;�:� �!
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miel, una miel oscura, de sombría transparencia, que Benincasa � a un segundo esfu�rzo i º r
paladeó golosamente. Sabía distintamente a algo. ¿A qué? El cabell� de terror no ha i ueo ubían hasta la cintura .
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contador no pudo precisarlo. Acaso a resina de frutales o de sensación de plomo Y e r g . r allt miserablemente solo,
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eucalipto. Y por igual motivo, tenía la densa miel un vago dejo Durante un rato el horror. � mo i hibió todo medio de de
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áspero. ¡Mas qué perfume, en cambio! lejos de su madre y sus amigos, e co
Benincasa, una vez bien seguro de que sólo cinco bolsi fensa. • 1
, · De aquí a un rato voy a monr ....
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tas le serían útiles, comenzó. Su idea era sencilla: tener -¡V oy a monr a h ora ... • 1
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suspendido el panal gotean e sobre su boca. Pero como la miel ¡Ya no puedo � over la m n mbargo que no tenía fiebre ni
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era espesa, tuvo que agrandar el agujero, después de haber En su pámco cons a l
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permanecido medio minuto con la boca inútilmente abierta. ardor de garganta, y e . o ón y pu mones conservaban su
al su angustia caro i
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Entonces la miel asomó, adelgazándose en pesado hilo hasta ntmo norm · . bº ó de forma. 1
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·Y no me van a encontrar ....
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la lengua del contador. -¡Estoy paralítico, es la par áli sis. 1
Uno tras otro, los cinco panales se vaciaron así dentro de
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