Page 116 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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-¿Qué hay, qué hay? -preguntó, echándose al suelo.
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quiso honrar su vida aceitad a con os o tres choques de vida -Nada ... Cuidado con los pies ... La corrección ..
intensa. y por este motiv emontaba el araná hasta un Benincasa había sido ya enterado de las curiosas hormigas a
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obr aj e, con sus fa mosos str :; b t que llamamos corrección. Son pequeñas, negras, brillantes, y
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A penas salido de Corrientes hab' ia calzado sus recias marchan velozmente en ríos más o menos anchos. Son esencial
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botas, pues los yacarés de I a on a calentaban ya J · • mente carnívoras. Avanzan devorando todo lo que encuentran a
e pa1saJe.
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M as a pesar de ello, el contador público cm aba mucho de su su paso: arañas, grillos, alacranes, sapos, víboras, y a cuanto ser
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calzado, evitándole arañazos Y sucios contactos no puede resistirles. No hay animal, por grande y fuerte que sea,
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De este modo llegó al obraje de su d �º• Y a la hora, que no huya de ellas. Su entrada en una casa supone la extermina
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tuvo éste que contener el dese f d d e su amJado ción absoluta de todo ser viviente, pues no hay rincón ni agujero
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-¿ d ó d e v as a ora. -le había preguntado, sorpren- profundo donde no se precipite el río devorador. Los perros aú
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dido. llan, los bueyes mugen, y es forzoso abandonarles la casa, a true
. -Al monte; quiero recorrerlo un poco -repuso que de ser roído en diez horas hasta el esqueleto. Permanecen en
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Benmcasa, que acababa de col g :� ; : :�: �� ster al h�mbro . el lugar uno, dos, hasta cinco días, según su riqueza en insectos,
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. -¡P ero, infeliz! N o vas d r paso. Sigue la carne o grasa. Una vez devorado, se van.
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picada, si quieres O me· JOr, eJa esa arma , Y manana te haré No resisten, sin embargo, a la creolina o droga similar; y como
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acompañar por un peón. en el obraje abunda aquélla, antes de una hora el chalet quedó
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Benincasa renunció a su paseo. o obstante, fue hasta la
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Benincasa se observaba muy de cerca en los pies la placa
vera del bosque y se d t e uvo. ntentó va gamente un paso libre de la corrección.
adentro, y quedó quieto M f ó 1 • as manos en los bolsillos, y
e 1 _se
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-¡Pican muy fuerte, realmente! -dijo sorprendido, levan-
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miró con detención aq.uell a mextncable m arana, s1 ando lívida de una mordedura.
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éb1lmente aires truncos D espues e observar de nuevo el
Éste, para quien la observación no tenía ya ningún valor, no
bosque a un o_y �tro lad?, retornó bastante desilusionado tando la cabeza hacia su padrino .
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Al d' a s1gu1ente, sm embarg o, recomó la picada central respondió, felicitándose en cambio de haber contenido a tiempo
por espacio de una legua ' y aunque su fusil volvió profunda la invasión. Benincasa reanudó el sueño, aunque sobresaltado toda
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mente dormido B enmcasa no depl ó 1 paseo. Las fieras
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Al día siguiente se fue al monte, esta vez con un machete,
llegarían poco a poco. la noche por pesadillas tropicales.
Llegaron éstas a la segunda noch e -aunque de un pues había concluido por comprender que tal utensilio le sería
carácter un poco singular. en el monte mucho más útil que el fusil. Cierto es que su pulso
Benincasa dormía pro fu d amente, cuando fue desperta- no era maravilloso, y su acierto, mucho menos. Pero de todos
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do por su padrino. modos lograba trozar las ramas, azotarse la cara y cortarse las
, dormilón! Levántate, que te van a comer vivo
El monte crepuscular y silencioso lo cansó pronto. Dábale
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Be��h mcasa se sentó bruscame t n e en a cama, alucinado botas -todo en uno.
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por la luz de los tres faroles d e v1ento que se movían de un lado
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a otro en la pieza. Su padr' mo y os peones regaban el piso.
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