Page 110 - Cuentos de Amor locura y Muerte
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para movilizar; le respondieron que con el dinero de la primera el campamento. Castelhum bajó a Posadas sobre un agua de
jangada a recibir, le remitirían las mulas; y el encargado contestó inundación que iba corriendo siete millas, y que al salir del
que con esas mulas anticipadas les mandarí� la primera jangada. Guayra se había alzado siete metros la noche anterior.
No había modo de entenderse. Castelhum subió hasta el obraje ·' Tras gran sequía, grandes lluvias. A mediodía comenzó
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� vio él stock de madera en el campamento, sobre la barranca del el diluvio, y durante cincuenta y dos horas consecutivas el
Nacanguazú. monte tronó de agua. El arroyo, venido a torrente, pasó a
-¿Cuánto?-preguntó Castelhum a su encargado. rugiente avalancha de agua roja. Los peones, calados hasta los
-Treinticinco mil pesos -repuso éste. huesos, con su flacura en relieve por la ropa pegada al cuerpo,
Era lo necesario para trasladar las vigas al Paraná. Y sin con despeñaban las vigas por la barranca. Cada esfuerzo arrancaba
tar la estación impropia. un unísono grito de ánimo, y cuando la monstruosa viga
Bajo la lluvia que unía en un solo hilo de agua su capa de rodaba dando tumbos y se hundía con un cañonazo en el agua,
go a y su caballo, Castelhum consideró largo rato el arroyo arre todos los peones lanzaban su ¡a ... hijú ! de triunfo. Y luego, los
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molmado. Senalando luego el torrente con un movimiento del esfuerzos malgastados en 'el barro líquido, la zafadura de las
capuchón: palancas, las costaladas bajo la lluvia torrencial. Y la fiebre.
-¿Las aguas llegarán a cubrir el salto?-preguntó a su com- Bruscamente, por fin, el diluvio cesó. En el súbito
pañero. silencio circunstante se oyó el tronar de la lluvia todavía sobre
-Si llueve mucho, sí. el bosque inmediato. Más sordo y más hondo, el retumbo del
-Hasta este momento; esperaba órdenes suyas. Ñacanguazú. Algunas gotas, distanciadas y livianas, caían
-Bien -dijo Castelhum-. Creo que vamos a salir bien aún del cielo exhausto. Pero el tiempo proseguía cargado, sin
Óigame, Femández: esta misma tarde refuerce la maroma en 1� el más ligero soplo. Se respiraba agua, y apenas los peones
barra, y comience a arrimar todas las vigas, aquí a la barranca. El hubieron descansado un par de horas, la lluvia recomenzó -
arroyo está limpio, según me dijo. Mañana de mañana bajo a Po la lluvia a plomo, maciza y blanca de las crecidas-. El trabajo
sadas, y desde entonces, con el primer temporal que venga, eche urgía-los sueldos habían subido valientemente-, y mien
los palos al arroyo. ¿Entiende? Una buena lluvia. tras el temporal siguió, los peones continuaron gritando,
El mayordomo lo miró, abriendo los ojos. cayéndose y tumbando bajo el agua helada.
-La maroma va a ceder"antes que lleguen mil vigas. En la barra del Ñacanguazú; la barrera flotante contuvo
-Ya sé, no importa. Y nos costará muchísimos pesos. Vol- a los primeros palos que llegaron, y resistió arqueada y
vamos y hablaremos más largo. gimiendo a muchos más; hasta que al empuje incontenible de
Femández se encogió de hombros, y silbó a los capataces. las vigas que llegaban como catapultas contra la maroma el
En el resto del día, sin lluvia, pero empapado en calma de cable cedió.
agua, los peones tendieron de una orilla a otra en la barra del
arroyo la cadena de vigas, y el tumbaje de palos comenzó en Candiyú observaba el río con su anteojo, considerando
que la creciente actual, que allí en San Ignacio había subido
dos metros más el día anterior -llevándose, por lo demás, su
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