Page 96 - Narraciones extraordinarias
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el  clavo y lo observé atentamente. Si una persona hubiese pa­          cerrando la ventana, y la apariencia del clavo entero fue otra
          sado por delante de la ventana y la hubiera vuelto a cerrar, el         vez perfecta.
          resorte habría funcionado solo, sin embargo no podría haber                 Lo contemplé admirado.
          colocado nuevamente el clavo. El campo de mis investigacio­                 -El enigma, hasta aquí  -continuó Dupin-, ya estaba
          nes se estrechaba aún más: los asesinos habían escapado por             resuelto. El asesino se fugó por la ventana que da por sobre
          la otra ventana. Suponiendo que los resortes de ambos basti­            la  cama. Luego de salir por allí, al bajar esta  ventana  por sí so­
          dores fuese iguales, lo que era probable, debía existir algu­           la, quedó sujeta por el resorte, y es la sujeción de ese resorte
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          na diferencia entre los clavos, o por io menos entre la forma           la que ha engañado a la policía; la policía piensa que está in­
          ��  clavarlós. Me t epé al armazón de la cama, y examiné pro­           movilizada por el clavo. El problema siguiente es cómo bajó
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          hJamente, por encima de su cabecera, la segunda ventana. Pa­            el asesino. A unos cinco pies y medio de la ventana en cues­
          sando la mano por la tabla, descubrí y apreté el resorte, que,          tión, pasa  una cadena de pararrayos. Por esa cadena resultaría
          tal como sospechaba, tenía la misma forma que su vecino. Ob­            absurdo que alguien llegara a la ventana. No obstante, com­
          servé bien su clavo, que era tan grueso como el otro, y apa­            probé que los postigos del cuarto piso eran de un tipo parti­
          rentemente se hallaba clavado de idéntica manera: hundido               cular,  llamados fe,mdes,  por los  carpinteros  franceses;  un
          casi hasta la cabe a. Si usted supone que me quedé perplejo,            estilo raramente usado hoy, y que se ve con frecuencia en las
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          no ha comprendido la naturaleza de estas deducciones. He                casas antiguas de Lyon y Burdeos. Tiene la forma corriente
          rastreado el secreto hasta su consecuencia final, y esa conse­          de una puerta de una sola hoja, y la mitad superior es enreja­
          cuencia es el clavo. Dije que tenía la apariencia de su com­            da, o trabajada a manera de celosía, por lo cual ofrece un ex­
         pañero de la otra ventana, pero esto no era tan decisivo si se           celente agarradero para las manos. En el presente caso, esos
         considera que en aquel punto se acababa toda mi pista. De­               postigos tienen un ancho de tres pies y medio. Cuando los vi­
         be haber un defecto en ese clavo, pensé. Lo toqué, y su cabe­            mos desde la parte trasera de la casa, estaban los dos abiertos
         za, con casi un cuarto de pulgada de su espiga, se me quedó              casi hasta la mitad, formando ángulo recto con la pared. Es
         entre los dedos; el resto de la espiga seguía en el orificio ba­         muy posible que la policía haya examinado la parte  trasera del
         rrenado. Esta espiga era muy antigua, sus bordes se encontra­            edificio, y si lo ha hecho, al mirar aquellas fe,rades, no ha re­
         ban impregnados de herrumbre. y era fácil comprender que                 parado en su gran anchura; no le ha dado la debida importan­
         el cl o había sido arreglado de un martillazo que hundió una             cia. En realidad, cuando se convencieron de que la fuga no
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         porcion de la cabeza en la superficie del bastidor.  Coloqué             podía efectuarse por ese lado, no le concedieron sino un exa­
         otra  e  quella parte en el sitio de donde la había separado,            men superficial. Para mí, en cambio, era muy claro que el pos­
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           s sim1htud con un c!avo perfecto fue completa; la fisura era
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         mvisible. Luego presioné el resorte, levanté suavemente el               totalmente, llegaría a unos dos pies de la cadena del pararra­
         � astidor una pulgada, y la cabeza de clavo subió junto con              yos. También era evidente que con un valor y una agilidad ex­
         este, quedando la otra parte en su agujero. Bajé el bastidor,            traordinarias, era factible entrar en esa habitación, por esa

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