Page 92 - Narraciones extraordinarias
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Cogí una pistola, sin entender bien lo que hacía, ni creer laridad consiste no en el desacuerdo, sino en que un italiano,
lo que e�cuchaba, mientras Dupin seguía conversando, en so un inglés, un español, un holandés y un francés han intenta
liloquio. Ya he hablado de sus maneras abstraídas en seme do describirla, y cada uno la menciona como la voz de un ex
jantes momentos. Sus palabras se dirigían a mí, aunque su voz, tranjero. Cada uno está seguro de que no era la voz de un
no muy alta, ofrecía la entonación comúnmente empleada al compatriota suyo, y la compara con la de un individuo prove
hablar con alguien que se halla muy distante. Sus ojos, inex niente de alguna nación cuyo lenguaje desconoce. El francés
presivos, miraban a la pared. supone que era la voz de un español; el holandés sostiene que
-Está completamente demostrado que en esa reyerta fue la de un francés, aunque por desconocer el i.dioma, el tes
que escucharon los que subían por la escalera, las voces no tigo fue inté1mgado por medio de un inté1prete; el inglés pien
correspondían a las de las mujeres asesinadas -dijo -. Esto sa que se trataba de un alemán, pese a que no entiende
descarta cualquiera duda acerca de si la anciana pudo dar alemán; el español asegura que era un inglés, juzgando úni
muerte a su hija y suicidarse después. Hablo de este punto camente por el acento, porque no entiende la lengua inglesa;
sólo por obediencia a un método, ya que las fuerzas de ma el italiano opina que fue la voz de un ruso, pero jamás ha con
dame L'Espanaye eran totalmente insuficientes para arras versado con un ruso; un segundo francés difiere del primero,
trar el cadáver de la joven chimenea arriba. Y por las heridas y sostiene que aquella voz era la de un italiano. iQué inusita
de su propio cuerpo, queda básicamente excluida la idea de da ha de ser realmente esa voz, para que puedan darse estos
suicidio. Por lo tanto, está claro que los asesinatos fueron co testimonios tan contradictorios! Ciudadanos de las cinco
metidos por terceras personas, y que son las voces de esas per grandes divisiones de Europa, no reconocen nada que les sea
sonas las que se oyeron discutir. familiar en sus inflexiones. Usted dirá que también puede ser
Lo observé sin encontrar objeción alguna. la voz de un asiático o de un africano. A pesar de que ni los
-Permítame ahora -prosiguió-, hacer hincapié no en asiáticos ni los africanos abundan en París, no niego esa po
lo que se ha declarado acerca de esas voces, sino en lo que sibilidad, pero me interesa llamar su atención sobre tres pun
hay de particular en dichas declaraciones. ¿Ha observado us tos: aquella voz es descrita por uno de los testigos como más
ted en ellas algo especial? áspera que aguda, y otros la definen como rápi.da y desigual.
-Sí, noté que mientras todos los testigos coincidían en No hubo palabras, no existieron sonidos que se parecieran a
que la voz grave era la de un francés, hubo mucho desacuer palabras distinguibles, como en el caso de la voz grave. Yo no
do en cuanto a la voz aguda. sé qué impresión he causado en el entendimiento de usted -
-Eso es la evidencia misma -dijo Dupin-, pero no la prosiguió Dupin -, pero creo que las legítimas deducciones
peculiaridad de dicha evidencia. Usted no ha percibido nada hechas sólo con esta parte de los testimonios, o sea la parte
característico, y, sin embargo, algo había que percibir. Los tes referente a las voces grave y aguda, bastan para engendrar
tigos, como se ha dicho, estuvieron de acuerdo en cuanto a la una sospecha que puede conducirnos al avance en la investi
voz grave. Pero en lo que se refiere a la voz aguda, la particu- gación del misterio. He dicho deducciones legítimas, más exac-
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