Page 278 - Narraciones extraordinarias
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logía, comete un error parecido cuando dice que aunque los rincones serían auscultados incluso con microscopio.
nadie cree en las fábulas paganas, lo olvidamos de tal mo�o, Comprendí que la necesidad y la reflexión lo llevarían a
que constantemente sacamos conclusiones de ellas. ios actuar de una manera mucho más simple.
algebristas, en extremos equivocados, creen en sus fábu -Existe un juego de adivinación -agregó Dupin- que
las paganas e insisten en sacar conclusiones de ellas, y no se juega con un gran mapa. Un jugador pide a otro que
porque las olviden sino que producto de una enorme con adivine la palabra escogida, puede ser un río, una ciudad,
fusión mental. En resumen, no he conocido jamás un alge un estado, etc. Generalmente, un novato en el juego trata
brista que pudiera alejarse de sus ecuaciones, o que negara rá de confundir a su adversario escogiendo la palabra más
su famoso artículo de fe que x2 + px es absoluta e incondi pequeña y escondida del mapa. Sin embargo, los expertos
cionalmente igual a q. Intente usted acercarse a uno de eligen las palabras más grandes, pues son tan evidentes,
estos hombres y dígale que hay veces en que x2 + px no es que resultan imperceptibles. Esto mismo es lo que le ocu
exclusivamente igual a q, y luego arranque del lugar pues ITió al Prefecto, jamas imaginó que la carta estaba a la vis
sin duda intentarán acogotarlo. ta de todo el mundo, como los grandes nombres del mapa.
-Lo que quiero decir -continuó Dupin- es que si el "Cuando más reflexionaba en el audaz carácter e in
Ministro hubiese sido un simple matemático, G. no hubie genio del Ministro D., y en la necesidad de que el docu
ra tenido la necesidad de hacerme este cheque. Sin embar mento, para que sirviera, debía hallarse siempre a la mano,
go, yo sabía que era matemático y poeta y actúe de acuer- además de que él sabía exactamente en qué lugares busca-:
do a esa dualidad. Sabía además que era un hombre de ría la policía, fue que se me ocurrió que su decisión para
corte y un osado intrigante. Pensé que un hombre así debía ocultar la carta había sido justamente la contrario: no ocul-
estar al tanto de los movimientos policiacos. Tenía que tarla.
haber previsto tanto los asaltos como las rigurosas bús "Seguro con mis ideas, fue que un día me puse mis
quedas en su casa. Comprendí entonces, que sus habitua anteojos verdes y me presenté en la casa del Ministro. Lo
les ausencias eran premeditadas, quería dejar a la policía encontré bostezando, haraganeando, este hombre es qui
hacer su labor para que se convencieran de que la carta n zás el más enérgico de París, pero sólo cuando lo ven.
se encontraba en su casa. Descubrí que él compartía mis "Me quejé de un problema a la vista, de esa manera
pensamientos sobre el quehacer evidente e invariable de pude permanecer con los anteojos puestos y examinar a
la policía. Este razonamiento lo habría llevado a desechar gusto todo lo que había en su escritorio: papeles, cartas,
todos los escondites posibles; no podía olvidar que todos documentos, libros, etc.; nada que llamara mi atención.
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