Page 279 - Narraciones extraordinarias
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logía, comete un error parecido cuando dice que aunque   los rincones serían auscultados incluso con microscopio.
 nadie cree en las fábulas paganas, lo olvidamos de tal mo�o,   Comprendí que la necesidad y la reflexión lo llevarían a
 que constantemente sacamos  conclusiones de ellas. ios   actuar de una manera mucho más simple.
 algebristas, en extremos equivocados, creen en sus fábu­  -Existe un juego de adivinación -agregó Dupin- que
 las paganas e insisten en sacar conclusiones de ellas, y no   se juega con un gran mapa.  Un jugador pide a otro que
 porque las olviden sino que producto de una enorme con­  adivine la palabra escogida, puede ser un río, una ciudad,
 fusión mental. En resumen, no he conocido jamás un alge­  un estado, etc. Generalmente, un novato en el juego trata­
 brista que pudiera alejarse de sus ecuaciones, o que negara   rá de confundir a su adversario escogiendo la palabra más
 su famoso artículo de fe que x2 + px es absoluta e incondi­  pequeña y escondida del mapa. Sin embargo, los expertos
 cionalmente igual a q.  Intente usted acercarse a uno de   eligen las palabras más grandes, pues son tan evidentes,
 estos hombres y dígale que hay veces en que x2 + px no es   que resultan imperceptibles. Esto mismo es lo que le ocu­
 exclusivamente igual a q, y luego arranque del lugar pues   ITió al Prefecto, jamas imaginó que la carta estaba a la vis­
 sin duda intentarán acogotarlo.   ta de todo el mundo, como los grandes nombres del mapa.
 -Lo que quiero decir -continuó Dupin- es que si el  "Cuando más reflexionaba en el audaz carácter e in­
 Ministro hubiese sido un simple matemático, G. no hubie­  genio del Ministro D., y en la necesidad de que el docu­
 ra tenido la necesidad de hacerme este cheque. Sin embar­  mento, para que sirviera, debía hallarse siempre a la mano,
 go, yo sabía que era matemático y poeta y actúe de acuer-  además de que él sabía exactamente en qué lugares busca-:
 do a esa dualidad. Sabía además que era un hombre de   ría la policía, fue que se me ocurrió que su decisión para
 corte y un osado intrigante. Pensé que un hombre así debía   ocultar la carta había sido justamente la contrario: no ocul-
 estar al tanto de los  movimientos  policiacos.  Tenía que   tarla.
 haber  previsto  tanto los asaltos como las rigurosas  bús­  "Seguro con mis ideas, fue que un día me puse mis
 quedas en su casa. Comprendí entonces, que sus habitua­  anteojos verdes y me presenté en la casa del Ministro. Lo
 les ausencias eran premeditadas, quería dejar a la policía   encontré bostezando, haraganeando, este hombre es qui­
 hacer su labor para que se convencieran de que la carta n   zás el más enérgico de París, pero sólo cuando lo ven.
 se encontraba en su casa. Descubrí que él compartía mis   "Me quejé de un problema a la vista, de esa manera
 pensamientos sobre el quehacer evidente e invariable de   pude permanecer con los anteojos puestos y examinar a
 la policía. Este razonamiento lo habría llevado a desechar   gusto todo lo que había en su escritorio: papeles, cartas,
 todos los escondites posibles; no podía olvidar que todos   documentos, libros, etc.; nada que llamara mi atención.

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