Page 268 - Narraciones extraordinarias
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             Cre haber registrado cada escondite o lugar en donde se                das partes. Buscamos en toda la mansión, habitación por
            pudiera esconder un papel.
                                                                                    habitación, dedicamos todas las noches de cada semana a
                                                                                    un aposento. Abrimos todos los cajones, ya que, como us­
                -¿Pero -pregunté- existe la posibilidad que el Minis­
            tro guarde la carta en alguna  otra parte?
                                                                                    lcdes saben, no existe para los agentes de policías un cajón
                -Eso no es posible -aseguró Dupin-. La situación ac­
                                                                                    secreto  que pueda  escapársenos. Quién no  vea  un cajón
                                                                                    secreto  no  es más que un  imbécil. El  asunto  es simple:
            tual de los asuntos de la corte y en especial en los que anda
                                                                                    cada escritorio tiene cierta cantidad de volumen que es f  á­
            envuelto D., hacen  necesario  que el documento esté a  la
                                                                                    cil calcular. Tenemos para  eso  reglas exactas. No se nos
            n:iano  Y que pueda  ser exhibido  en  cualquier momento;
                                                                                    escapa ningún detalle. Luego revisamos las sillas. Los al­
            siendo esto igual de importante que su posesión.,---
                                                                                    mohadones fueron sondeados con esas largas agujas que
                -¿Qué la carta pueda ser mostrada? -pregunté.
                       p                                                            ustedes me han visto utilizar. Después, quitamos todos los
               -O que  ueda ser destruida -rectificó Dupin.
                                                                                    tablones de las mesas.
               -Pues bien -convine-, ciertamente el documento debe
                                                                                        -¿Para qué?
           estar en la casa, pues doy por descartado que el Ministro
           lo lleve con él.
                                                                                        -Hay veces en que la persona que desea ocultar algo,
              · --En efecto -afirmó el Prefecto-. Lo he mandado asal­               levanta uno  de los tablones, hace una  cavidad en una  de
              �
                     �
           tar  os vec s por unos maleantes y ha sido perfectamente                 las patas, deposita el objeto  adentro y vuelve a colocar el
           registrado sm resultados.
                                                                                    tablón. Hacen lo mismo con las cabeceras de las camas.
                                                                                        -¿No es posible detectar esa cavidad a través del soni­
               -Se podría haber ahorrado ese trabajo -dijo Dupin-.
               �
          Pres mo que D. no es un loc9 y, por lo tanto, debe haber                 do? -pregunté.
          previsto esos asaltos.
                                                                                        -No es posible si se ha llenado la  cavidad con  algo­
                                                                                   dón. Además, no queríamos hacer ruido.
              -No será un loco -dijo el Prefecto-, pero es un poeta,
          por lo que, según mi opinión, se encuentra muy cerca de la                    -Pero  ustedes no  pueden  haber desarmado todos lo
          locura.
                                                                                    muebles para buscar un objeto de esas características; ade­
           .   -Cierto  -afirmó Dupin,  aspirando  pensativo  de su                 más, si la  carta  se hubiera  enrollado  de forma muy fina,
          pipa- au �� ue me confieso autor de un par de malas rimas.               parecida  a  sus agujas, y luego escondida dentro del palo
              -Ref1eranos -propuse- detalles precisos de su búsque­                 de una silla, por ejemplo ... ¿Han ustedes desarmado y re­
          da.
                                                                                   visados las patas de todas las sillas de la casa?
                                                                                        -Ciertamente que no, hemos hecho algo mejor que eso.
             -Pues bien, como teníamos tiempo, revisamos por to-

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