Page 232 - Narraciones extraordinarias
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�� bían d cidido � o dejar ningún acceso a la desespera vitral cuyos colores combinaban con el tono dominante de
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c10n extenor o sahda al frenesí interior. La abadía estaba la decoración de la habitación. La del extremo oriental,
ampliamente abastecida. Gracias a estas precauciones, los por ejemplo, estaba decorada en azul y los ventanales eran
cortesanos pensaban desafiar el contagio. Que los de afue de un azul vivo. La segunda sala era de color púrpura, al
ra se las arreglaran como pudiesen. Mientras tanto, no va igual que las vidrieras. La tercera, verde; la cuarta, total
lía la pena afligirse. El príncipe había reunido todo lo ne mente anaranjada; la quinta, blanca; y la sexta, violeta. El
ce ari para deleitar el placer: bufones, improvisadores, séptimo salón había sido forrado en terciopelo negro: pa
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bailannes, músicos, vino y bellezas. Todo esto más la se redes, techo y alfombra. Sin embargo, en esta sala los
guridad se encontraba adentro; afuera estaba la Muerte vitrales no correspondían al tono de la decoración: eran
Roja. escarlata, de un intenso color sangre.
Al cumplirse el quinto mes de reclusión, y cuando la Ahora bien, a pesar de la inmensidad de ornamentos
peste hacía sus más terribles estragos, el príncipe decidió de oro esparcidos por aquí y por allá, en ninguna de las
ofrecer a sus mil amigos un baile de máscaras de la más siete salas habían lámparas ni candelabros; ni siquiera ve
insólita magnificencia. las. Pero en los corredores paralelos a la galería y enfren
¡Qué voluptuoso cuadro era aquel baile! Pero permí tados a cada ventanal, se levantaba pesados trípodes con
tanme que les describa los salones en donde se llevaba a un ardiente brasero que proyectaba sus rayos a través de
cabo. Eran siete: una hilera imperial. En la mayoría de los los cristales de color, iluminando cada salón de manera
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pala 1os, la sucesión de los salones forma una larga pers deslumbrante. En la séptima sala de terciopelo negro, la
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pectiva e lmea recta cuando las puertas se abren de par en luz del brasero que se colaba a través de los cristales color
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par, permitiendo ver el total de la galería. Pero aquí suce sangre, producía un efecto terriblemente siniestro, y daba
día algo muy distinto, como era de esperarse de un prínci un aspecto tan extraño a los rostros de quienes allí entra
pe con gusto tan extraño. Las habitaciones estaban dís ban, que casi nadie se atrevía a posar sus pies en ella.
puestas de una manera tan irregular que la visión no podía En esta misma sala se erguía un enorme reloj de éba
abarcar más que una a la vez. Cada veinte o treinta metros no. Su péndulo se balanceaba con un tic-tac pesado y mo
había un brusco recodo, y en cada uno nacía algo diferen nótono; y cuando el minutero había completado su ciclo y
te. A derecha e izquierda, en medio de cada pared, una alta la hora iba a sonar, de sus entrañas de bronce nacía un
Y estrecha ventana gótica daba a un corredor cerrado que sonido claro, resonante y musical, pero de un timbre tan
seguía el contorno de los salones. Cada ventana tenía un particular que los músicos se veían obligados a dejar sus
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