Page 208 - Narraciones extraordinarias
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Volvamos antes de que sea demasiado tarde. Esa tos  ...
                                                                                   huesos, los cuales estaban apiñados en un gran montón El
                -No es nada -replicó Fortunato-. Continuemos, pero                                                                      :
           antes, otro traguito de Medoc.                                          desprendimiento de los huesos había dejado  l d sc b1er-
                                                                                                                                  � �
                                                                                                                              �
                                                                                                                                          _
                                                                                   1o un nicho bastante grande. Parecía no cumplir nmgu fm
               Rompí el cuello de una botella de De Grave y se la                                                                      i:i
                                                                                   determinado, pues sólo se había formado accidentalme te
                                                                                                                                        �
           alcancé. Mi amigo vació su contenido en pocos segundos,
                                                                                   al levantar los dos grandes pilares de granito que servian
           sus ojos brillaban como fuego ardiente. Luego se echó a
                                                                                   de apoyo a la bóveda de las catacumbas.
                                                                                                                                          .
           reír y con un gesto que no comprendí, lanzó la botella al
           aire.                                                                       Fortunato intentaba en vano mirar en lo hondo del m-
                                                                                   cho. La débil luz de la antorcha no se lo permitía.
              Lo miré sorprendido. Él repitió el mismo gesto gro-                                                                     .
          tesco.                                                                       -Adelante -le dije-. Allí está el amontillado; s1 aqm
                                                                                   estuviera Lucresi...
              -¿No comprendes? -preguntó.
                                                                                                                                      .  . ,
              -No.                                                                     -¡Ese es un ignorante! -exclamó mi amigo y s1gmo
              -Entonces no eres masón.                                             avanzando, seguido de cerca por mí.       ,    .
                                                                                       Cuando llegó al fondo del nicho, su paso fue mterrum­
              -¡Oh, sí! -exclamé-. Sí lo soy.
                                                                                   pido por la roca· Fortunato se detuvo perplejo. Un minuto
              -¿Tú, masón? ¡Imposible! Haz un signo -pidió él.
                                                                                   después, se hall�ba encadenado al granito.  abía allí dos
              -Mirá -le dije, extrayendo de entre los pliegues de mi                                                         �
         traje una pala de albañil.                                                argollas de hierro; encadenarlo fue cosa se c11la ... estaba
                                                                                                                            �
                                                                                                                        _
                                                                                                                                       _
                                                                                   demasiado sorprendido para hacer resistencia. Despues de
             -Estás bromeando -exclamó Fortunato, retrocedien­
         do-. ¿  Y el amontillado?                                                 sacar la llave de las cadenas, salí del nicho.
                                                                                       -Pasa tu mano por la pared y sentirás el salitre -di e­
                                                                                                                                        �
             -Está un poco más lejos -le  respondí guardando la
                                                                                   .Hay mucha humedad, ¿ verdad? Una vez más t suplico
         pala bajo mi capa y ofreciéndole otra vez mi brazo.                                                                      �
                                                                                   que volvamos. ¿No quieres? Pues entonces t ndre que de­
             Seguimos avanzando por debajo de una hilera de ar­                                                               �
                                                                                                                      _
                                                                                                                             _
                                                                                   jarte; pero antes te ofreceré todos mi serv c10s.
                                                                                                                            �
                                                                                                                       �
                                                                                                                    _
        cos, Y bajamos hasta una profunda cripta en donde el aire
                                                                                       -¡ ¡El amontillado!! -exclamo, sm salir de su asom­
        estaba tan viciado que nuestras antorchas dejaron de bri­
                                                                                   bro.
        llar.  Al fondo, se veía una tumba más chica, cuyas paredes
                                                                                       -Ciertamente, el amontillado ...
        estaban tapizadas de esqueletos como las grandes catacum­
                                                                                       Diciendo esto, eché los huesos del montón hacia un
        bas de París. Tres lados de esta tumba estaban adornados
                                                                                   lado y dejé al descubierto bloques de piedras de construc
        de igual manera,  el cuarto,  había sido despojado de  los                                                                        �
                                                                                   ción  y mortero. Con estos materiales y la ayuda de Illi
                                  206
                                                                                                             207
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