Page 207 - Narraciones extraordinarias
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pleto mi casa; conozco bien a mis empleados. -De eso estoy seguro, pero tienes que cuidarte. Toma
Tomé dos antorchas, entregué una a Fortunato y le guié un trago de este Medoc, nos protegerá de la humedad.
por una angosta escalera de caracol que conducía a la bo Tomé una botella de una gran hilera de las mismas y,
dega. Anduvimos por distintos aposentos hasta que por fin rompiéndole el cuello en el muro, le ofrecí de beber. Mi
llegamos al fondo, do:pde nos encontramos pisando el hú rúndome de reojo, se llevó la botella a los labios. Hizo una
medo suelo de las catacumbas de Montresors. pausa y brindó; sonaron los cascabeles.
Mi amigo, desconocedor del terreno, caminaba vaci -Brindo -dijo- por los muertos que descansan en es-
lante e inseguro, a menudo tropezaba y los cascabeles de tas tumbas.
su gorro acompañaban este movimiento con un alegre so -Y yo, brindo por tu larga vida.
nido. Tomándome nuevamente del brazo, seguimos adelante.
-¿ Y el barril de amontillado? -preguntó. -Estas cuevas son enormes -dijo después.
-Está más lejos -contesté-, pero mira como brillan en -Los Montresors eran una familia numerosa y muy
las paredes de la cueva esos blancos adornos. acaudalada.
� :' -Olvidé cuáles eran sus armas.
e olvió para mirarme con sus pupilas nubladas por
las lagrimas de la embriaguez. -Un gran pie de oro en un campo azul; el pie aplasta
-¿Salitre? -preguntó por fin. una serpiente, cuyos dientes se clavan en el talón.
-Salitre -contesté-. ¿Hace mucho que tienes esa tos? -¿Y el lema?
-¡Ejem!, ¡ejem!, ¡ejem! -Nemo me impune lacessit *.
El vino chispeaba en sus ojos y tintineaban los casca-
La tos permitió que mi amigo me respondiera sólo
pasado unos minutos. beles. Sin duda el Medoc se nos había subido a la cabeza.
-No es nada. Habíamos llegado a las últimas catacumbas, las cuales te
-¡Vamos! ¡Volvámonos! -dije seriamente-. Tu salud nían sus paredes cubiertas de esqueletos apiñados, mez
clados con barriles y botellas de todas las clases. Otra vez
es muy importante. Eres rico, admirado, respetado; eres
todo lo que yo fui en algún momento. No deberías descui me detuve, y volví a tomar a Fortunato del brazo.
-Mira cómo va aumentando el salitre -le dije-, cómo
dar tu salud, por mi no importa, pero tú ... después de todo
está Lucresi ... cuelga de las bóvedas. Seguramente nos encontramos bajo
-No es nada -dijo-, continuemos. Esta tos no tiene el lecho del río, pues se filtra la humedad. ¡ Vamos!
importancia, no moriré por su causa.
* Nadie me insulta impunemente.
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