Page 203 - Narraciones extraordinarias
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EL BARRIL DE AMONTILLADO












             Había soportado pacientemente y de la mejor manera
         posible las mil ofensas que me hacía Fortunato; pero, cuan­
         do llegó a insultarme, juré tomar venganza. Ustedes que co­
         nocen bien mi naturaleza supondrán que no pronuncié pala­
         bra alguna de mi propósito. Me vengaría en el tiempo, esto
         t:slaba definitivamente decidido y, por lo mismo, quedaba
         t:xcluida toda idea de riesgo. No sólo debía castigar,  sino
         castigar impunemente. Un  insulto queda sin reparo cuando
         su castigo perjudica al vengador, o cuando no queda com­
         pletamente claro para el ofendido quién es su castigador.
             Tendrán  que saber que Fortunato no tuvo  jamás  un
         motivo para dudar de mi persona, ni sospechar de mis pro­
         yectos. Tal como lo planeé, seguía sonriendo en su presen­
         cia sin que él advirtiera que mi somisa se originaba en la
         idea de quitarle la vida.
             Como todo hombre, Fortunato tenía su punto débil;
         aunque en otros aspectos era un hombre de respeto, inclu­
         so, temido. Se enorgullecía de ser un gran conocedor en
         materia de vinos. Son pocos los italianos que realmente se
         manejan en esta materia. La mayoría de las veces, el entu-


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