Page 209 - Narraciones extraordinarias
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Volvamos antes de que sea demasiado tarde. Esa tos ...
huesos, los cuales estaban apiñados en un gran montón El
-No es nada -replicó Fortunato-. Continuemos, pero :
antes, otro traguito de Medoc. desprendimiento de los huesos había dejado l d sc b1er-
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1o un nicho bastante grande. Parecía no cumplir nmgu fm
Rompí el cuello de una botella de De Grave y se la i:i
determinado, pues sólo se había formado accidentalme te
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alcancé. Mi amigo vació su contenido en pocos segundos,
al levantar los dos grandes pilares de granito que servian
sus ojos brillaban como fuego ardiente. Luego se echó a
de apoyo a la bóveda de las catacumbas.
.
reír y con un gesto que no comprendí, lanzó la botella al
aire. Fortunato intentaba en vano mirar en lo hondo del m-
cho. La débil luz de la antorcha no se lo permitía.
Lo miré sorprendido. Él repitió el mismo gesto gro- .
tesco. -Adelante -le dije-. Allí está el amontillado; s1 aqm
estuviera Lucresi...
-¿No comprendes? -preguntó.
. . ,
-No. -¡Ese es un ignorante! -exclamó mi amigo y s1gmo
-Entonces no eres masón. avanzando, seguido de cerca por mí. , .
Cuando llegó al fondo del nicho, su paso fue mterrum
-¡Oh, sí! -exclamé-. Sí lo soy.
pido por la roca· Fortunato se detuvo perplejo. Un minuto
-¿Tú, masón? ¡Imposible! Haz un signo -pidió él.
después, se hall�ba encadenado al granito. abía allí dos
-Mirá -le dije, extrayendo de entre los pliegues de mi �
traje una pala de albañil. argollas de hierro; encadenarlo fue cosa se c11la ... estaba
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demasiado sorprendido para hacer resistencia. Despues de
-Estás bromeando -exclamó Fortunato, retrocedien
do-. ¿ Y el amontillado? sacar la llave de las cadenas, salí del nicho.
-Pasa tu mano por la pared y sentirás el salitre -di e
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-Está un poco más lejos -le respondí guardando la
.Hay mucha humedad, ¿ verdad? Una vez más t suplico
pala bajo mi capa y ofreciéndole otra vez mi brazo. �
que volvamos. ¿No quieres? Pues entonces t ndre que de
Seguimos avanzando por debajo de una hilera de ar �
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jarte; pero antes te ofreceré todos mi serv c10s.
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cos, Y bajamos hasta una profunda cripta en donde el aire
-¡ ¡El amontillado!! -exclamo, sm salir de su asom
estaba tan viciado que nuestras antorchas dejaron de bri
bro.
llar. Al fondo, se veía una tumba más chica, cuyas paredes
-Ciertamente, el amontillado ...
estaban tapizadas de esqueletos como las grandes catacum
Diciendo esto, eché los huesos del montón hacia un
bas de París. Tres lados de esta tumba estaban adornados
lado y dejé al descubierto bloques de piedras de construc
de igual manera, el cuarto, había sido despojado de los �
ción y mortero. Con estos materiales y la ayuda de Illi
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