Page 168 - Narraciones extraordinarias
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SILENCIO






                                                                                                               Las cumbres de la montaña dormitan;
                                                                                                   Los valles, los peñascos y las cuevas están en silencio.
                                                                                                                                     Aloman






                                                                                   "Escúchame", dijo el demonio, mientras apoyaba su mano
                                                                                   sobre mi cabeza. "La región de la que hablo es una lúgu­
                                                                                   bre región de Libia, ubicada a orillas del río Zaire. Allí no
                                                                                   existe ni calma ni silencio.
                                                                                       "Las aguas del río son de un tinte azafranado y enfer­
                                                                                   mizo; y no con-en hacia el mar, sino que se agitan eterna­
                                                                                   mente, bajo la roja pupila del sol, en un movimiento tu­
                                                                                   multuoso y convulsivo. A lo largo de muchas millas, en
                                                                                   ambos lados del fangoso lecho del río, se extiende un páli­
                                                                                   do desierto de gigantescos nenúfares. Suspiran entre sí en
                                                                                   esa soledad, y dirigen hacia el cielo sus largos y fantasmales
                                                                                   cuellos, inclinando a un lado y otro sus perennes cabezas.
                                                                                   De ellos sale un rumor confuso que parece un t01rente de
                                                                                   aguas subterráneas.
                                                                                       ''Pero este reino tiene un límite, el límite de la oscura,
                                                                                   densa y horrible selva. Allí, al igual que las olas de las
                                                                                   islas  Hébridas,  la maleza se agita incesantemente.  Sin
                                                                                   embargo, ningún viento cruza el cielo. Los enormes árbo-


                                                                                                             167
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