Page 172 - Narraciones extraordinarias
P. 172
111s caracteres grabados en la roca seguían diciendo SILEN
bloroso hombre. Y la noche transcurría y él continuaba
sentado en la roca. ( '10. El hombre se estremeció y volviéndose de espaldas
"Maldije entonces los elementos con la maldición del huyó lejos, muy lejos, precipitadamente. Y ya no le vi más".
tumulto, y una espantosa tempestad se desató en el cielo ' *
donde poco antes no corría el viento. Y el cielo se volvió
pálido con la violencia de la tempestad, la lluvia azotó la
cabeza del hombre, y las olas se desbordaron del río el Se encuentran cuentos muy bellos en los libros de
'
cual, torturado, echaba espuma. Los nenúfares alzaban cla- 111agia, en los melancólicos libros de los magos, aquellos
mores y la selva se desmoronaba ante el viento; se desplo L'ncuadernados en hie1To. En ellos hay, les digo, magníficas
maba el trueno, centelleaba el relámpago y la roca vacila historias del cielo, de la tierra y del fiero mar, así corno de
ba en sus cimientos. Yo permanecía oculto observando al los genios que han reinado en él, en la tierra y en el
hombre que temblaba en la soledad. La noche continuaba •ncumbrado cielo. Existe también mucha sabidmía en las
su camino y él seguía sentado en la roca. palabras que han sido dictadas por las Sibilas, y cosas
"Entonces me encolericé y maldije con la maldición sagradas que fueron oídas antaño por las hojas sombrías
del silencio al río y los nenúfares, al viento y al bosque, al que temblaban alrededor de Dodona. Pero, tan cierto como
cielo, al trueno y al suspiro de los nenúfares. Una vez mal que Alá vive, afirmo que esta fábula que me contó el
ditos, se volvieron mudos. La luna cesó su lenta ruta por el demonio, cuando se sentó a mi lado en la sombra de la
cielo, el trueno expiró y no centelleó el relámpago. Las tumba, es la más maravillosa de todas. Y cuando el demonio
nubes quedaron inmóviles, las aguas volvieron a su lecho ' hubo concluido su historia, se hundió en las profundidades
concluyó el cabecear de los árboles y los suspiros de los del sepulcro y comenzó a reír. Yo no pude reír con él, y me
nenúfares. Ya no se elevaba ni el menor murmullo ni la maldijo por eso. El lince, que habita eternamente en la
sombra de un sonido en aquel vasto e ilimitado desierto. tumba, salió de ella, se posó a los pies del demonio y lo
Miré los caracteres de la roca y habían cambiado; ahora miró fijamente a la cara.
decían SILENCIO.
"Fijé mis ojos en el semblante del hombre, y su rostro
estaba pálido de miedo. Levantó rápidamente su cabeza y
se puso de pie sobre la roca, aguzando el oído. Pero no se
oyó ninguna voz en aquel inmenso desierto sin límites. Y
170 171