Page 173 - Narraciones extraordinarias
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111s caracteres grabados en la roca seguían diciendo SILEN­
 bloroso hombre. Y  la  noche transcurría  y él continuaba
 sentado en la roca.   ( '10. El hombre se estremeció y volviéndose de espaldas
 "Maldije entonces los elementos con la maldición del   huyó lejos, muy lejos, precipitadamente. Y ya no le vi más".
 tumulto, y una espantosa tempestad se desató en el cielo  '  *
 donde poco antes no corría el viento. Y  el cielo se volvió
 pálido con la violencia  de la tempestad, la lluvia azotó la
 cabeza  del hombre, y las  olas  se  desbordaron  del río  el   Se  encuentran cuentos  muy  bellos  en  los  libros  de
 '
 cual, torturado, echaba espuma. Los nenúfares alzaban cla-  111agia, en los melancólicos libros de los magos, aquellos
 mores y la selva se desmoronaba ante el viento; se desplo­  L'ncuadernados en hie1To. En ellos hay, les digo, magníficas
 maba el trueno, centelleaba el relámpago y la roca vacila­  historias del cielo, de la tierra y del fiero mar, así corno de
 ba en sus cimientos. Yo permanecía oculto observando al   los  genios  que han  reinado  en él,  en la  tierra  y  en el
 hombre que temblaba en la soledad. La noche continuaba   •ncumbrado cielo. Existe también mucha sabidmía en las
 su camino y él seguía sentado en la roca.   palabras  que han sido dictadas  por  las  Sibilas, y  cosas
 "Entonces me encolericé y maldije con la maldición   sagradas que fueron oídas  antaño por las hojas sombrías
 del silencio al río y los nenúfares, al viento y al bosque, al   que temblaban alrededor de Dodona. Pero, tan cierto como
 cielo, al trueno y al suspiro de los nenúfares. Una vez mal­  que Alá vive,  afirmo  que esta fábula  que  me  contó el
 ditos, se volvieron mudos. La luna cesó su lenta ruta por el   demonio, cuando  se  sentó  a  mi lado en la  sombra de la
 cielo, el trueno expiró y no  centelleó el relámpago.  Las  tumba, es la más maravillosa de todas. Y cuando el demonio
 nubes quedaron inmóviles, las aguas volvieron a su lecho  '  hubo concluido su historia, se hundió en las profundidades
 concluyó el cabecear de los árboles y los suspiros  de los  del sepulcro y comenzó a reír. Yo no pude reír con él, y me
 nenúfares. Ya  no se elevaba  ni el menor murmullo  ni la  maldijo por eso.  El lince,  que habita  eternamente en la
 sombra de un sonido en aquel vasto e ilimitado desierto.   tumba,  salió de ella, se posó a  los pies  del demonio y lo
 Miré los  caracteres de la roca y habían cambiado; ahora  miró fijamente a la cara.
 decían SILENCIO.
 "Fijé mis ojos en el semblante del hombre, y su rostro
 estaba pálido de miedo. Levantó rápidamente su cabeza y
 se puso de pie sobre la roca, aguzando el oído. Pero no se
 oyó ninguna voz en aquel inmenso desierto sin límites. Y


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