Page 60 - Hamlet
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HAMLET.- ¡Oh! ¡Oh! ¿Eres honesta?
OFELIA.- Señor...
HAMLET.- ¿Eres hermosa?
OFELIA.- ¿Qué pretendéis decir con eso?
HAMLET.- Que si eres honesta y hermosa, no debes consentir que tu honestidad trate
con tu belleza.
OFELIA.- ¿Puede, acaso, tener la hermosura mejor compañera que la honestidad?
HAMLET.- Sin duda ninguna. El poder de la hermosura convertirá a la honestidad en
una alcahueta, antes que la honestidad logre dar a la hermosura su semejanza. En otro
tiempo se tenía esto por una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada... Yo te
quería antes, Ofelia.
OFELIA.- Así me lo dabais a entender.
HAMLET.- Y tú no debieras haberme creído, porque nunca puede la virtud ingerirse tan
perfectamente en nuestro endurecido tronco, que nos quite aquel resquemor original... Yo
no te he querido nunca.
OFELIA.- Muy engañada estuve.
HAMLET.- Mira, vete a un convento, ¿para qué te has de exponer a ser madre de hijos
pecadores? Yo soy medianamente bueno; pero al considerar algunas cosas de que puedo
acusarme, sería mejor que mi madre no me hubiese parido. Yo soy muy soberbio,
vengativo, ambicioso; con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para explicarlos,
fantasía para darles forma, ni tiempo para llevarlos a ejecución. ¿A qué fin los miserables
como yo han de existir arrastrados entre el cielo y la tierra? Todos somos insignes
malvados; no creas a ninguno de nosotros, vete, vete a un convento... ¿En dónde está tu
padre?
OFELIA.- En casa está, señor.
HAMLET.- Sí, pues que cierren bien todas las puertas, para que si quiere hacer locuras,
las haga dentro de su casa. Adiós.
OFELIA.- ¡Oh! ¡Mi buen Dios! Favorecedle.
HAMLET.- Si te casas quiero darte esta maldición en dote. Aunque seas un hielo en la
castidad, aunque seas tan pura como la nieve; no podrás librarte de la calumnia. Vete a un
convento. Adiós. Pero... escucha: si tienes necesidad de casarte, cásate con un tonto, porque
los hombres avisados saben muy bien que vosotras los convertís en fieras... Al convento y
pronto. Adiós.