Page 56 - Hamlet
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cometió el más atroz delito para despojarle del cetro y la vida? ¿Soy cobarde yo? ¿Quién se
                  atreve a llamarme villano? ¿O a insultarme en mi presencia? ¿Arrancarme la barba,
                  soplarmela al rostro, asirme de la nariz o hacerle tragar lejía que me llegue al pulmón?
                  ¿Quién se atreve a tanto? ¿Sería yo capaz de sufrirlo? Sí, que no es posible sino que yo sea
                  como la paloma que carece de hiel, incapaz de acciones crueles; a no ser esto, ya se
                  hubieran cebado los milanos del aire en los despojos de aquel indigno. Deshonesto,
                  homicida, pérfido seductor, feroz malvado, que vive sin remordimientos de su culpa. Pero,
                  ¿por qué he de ser tan necio? ¿Será generoso proceder el mío, que yo, hijo de un querido
                  padre (de cuya muerte alevosa el cielo y el infierno mismo me piden venganza) afeminado
                  y débil desahogue con palabras el corazón, prorrumpa en execraciones vanas, como una
                  prostituta vil, o un pillo de cocina? ¡Ah! No, ni aun sólo imaginarlo. ¡Eh!... Yo he oído, que
                  tal vez asistiendo a una representación hombres muy culpados, han sido heridos en el alma
                  con tal violencia por la ilusión del teatro, que a vista de todos han publicado sus delitos, que
                  la culpa aunque sin lengua siempre se manifestará por medios maravillosos. Yo haré que
                  estos actores representen delante de mi tío algún pasaje que tenga semejanza con la muerte
                  de mi padre. Yo le heriré en lo más vivo del corazón; observaré sus miradas; si muda de
                  color, si se estremece, ya sé lo que me toca hacer. La aparición que vi pudiera ser un
                  espíritu del infierno. Al demonio no le es difícil presentarse bajo la más agradable forma;
                  sí, y acaso como él es tan poderoso sobre una imaginación perturbada, valiéndose de mi
                  propia debilidad y melancolía, me engaña para perderme. Yo voy a adquirir pruebas más
                  sólidas, y esta representación ha de ser el lazo en que se enrede la conciencia del Rey.







                  Acto III





                  Escena I




                  CLAUDIO, GERTRUDIS, POLONIO, OFELIA, RICARDO, GUILLERMO




                  Galería de Palacio.
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