Page 250 - Hamlet
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bestias como él; ya se sabe, tiene su pesebre fijo en la mesa del Rey... Es la corneja más
                  charlera que en mi vida he visto; pero como te he dicho ya, posee una gran porción de
                  polvo.

                       ENRIQUE.- Amable Príncipe, si vuestra grandeza no tiene ocupación que se lo estorbe,
                  yo le comunicaría una cosa de parte del Rey.

                       HAMLET.- Estoy dispuesto a oírla con la mayor atención... Pero, emplead el sombrero
                  en el uso a que fue destinado. El sombrero se hizo para la cabeza.

                       Enrique.- Muchas gracias, señor... ¡Eh! El tiempo está caluroso.

                       HAMLET.- No, al contrario, muy frío. El viento es norte.

                       ENRIQUE.- Cierto que hace bastante frío.

                       HAMLET.- Antes yo creo... a lo menos para mi complexión, hace un calor que abrasa.

                       ENRIQUE.- ¡Oh! En extremo... Sumamente fuerte, como... Yo no sé como diga... Pues,
                  señor, el Rey me manda que os informe de que ha hecho una grande apuesta en vuestro
                  favor. Este es el asunto.

                       HAMLET.- Tened presente que el sombrero se...

                       ENRIQUE.- ¡Oh! Señor... Lo hago por comodidad... Cierto... Pues ello es, que Laertes
                  acaba de llegar a la Corte... ¡Oh! Es un perfecto caballero, no cabe duda. Excelentes
                  cualidades, un trato muy dulce, muy bien quisto de todos... Cierto, hablando sin pasión, es
                  menester confesar que es la nata y flor de la nobleza, porque en él se hallan cuantas prendas
                  pueden verse en un caballero.

                       HAMLET.- La pintura que de él hacéis no desmerece nada en vuestra boca; aunque yo
                  creí que, al hacer el inventario de sus virtudes, se confundirían la aritmética y la memoria y
                  ambas serían insuficientes para suma tan larga. Pero, sin exagerar su elogio, yo le tengo por
                  un hombre de grande espíritu, y de tan particular y extraordinaria naturaleza, que (hablando
                  con toda la exactitud posible) no se hallará su semejanza sino en su mismo espejo; pues el
                  que presuma buscarla en otra parte, sólo encontrará bosquejos informes.

                       ENRIQUE.- Vuestra Alteza acaba de hacer justicia imparcial en cuanto ha dicho de él.

                       HAMLET.- Sí, pero sépase a qué propósito nos enronquecemos ahora, entremetiendo en
                  nuestra conversación las alabanzas de ese galán.

                       ENRIQUE.- ¿Cómo decís, señor?

                       HORACIO.- ¿No fuera mejor que le hablarais con más claridad? Yo creo, señor, que no
                  os sería difícil.
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