Page 251 - Hamlet
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HAMLET.- Digo, que ¿a qué viene ahora hablar de ese caballero?
ENRIQUE.- ¿De Laertes?
HORACIO.- ¡Eh! Ya vació cuanto tenía, y se le acabó la provisión de frases brillantes.
HAMLET.- Sí señor, de ese mismo.
ENRIQUE.- Yo creo que no estaréis ignorante de...
HAMLET.- Quisiera que no me tuvierais por ignorante; bien que vuestra opinión no me
añada un gran concepto... Y bien, ¿qué más?
ENRIQUE.- Decía que no podéis ignorar el mérito de Laertes.
HAMLET.- Yo no me atreveré a confesarlo, por no igualarme con él; siendo averiguado
que para conocer bien a otro, es menester conocerse bien a sí mismo.
ENRIQUE.- Yo lo decía por su destreza en el arma, puesto que según la voz general, no
se le conoce compañero.
HAMLET.- ¿Y qué arma es la suya?
ENRIQUE.- Espada y daga.
HAMLET.- Esas son dos armas... Vaya adelante.
ENRIQUE.- Pues señor, el Rey ha apostado contra él seis caballos bárbaros, y él ha
impuesto por su parte, (según he sabido) seis espadas francesas con sus dagas y
guarniciones correspondientes, como cinturón, colgantes, y así a este tenor... Tres de estas
cureñas particularmente son la cosa más bien hecha que puede darse. ¡Cureñas como ellas!..
¡Oh! Es obra de mucho gusto y primor.
HAMLET.- Y ¿a qué cosa llamáis cureñas?
HORACIO.- Ya recelaba yo y que sin el socorro de motas marginales no pudierais
acabar el diálogo.
ENRIQUE.- Señor, por cureñas entiendo yo, así, los... Los cinturones.
HAMLET.- La expresión sería mucho más propia, si pudiéramos llevar al lado un cañón
de artillería; pero en tanto que este uso no se introduce, los llamaremos cinturones... En fin
y vamos al asunto. Seis caballos bárbaros, contra seis espadas francesas, con sus cinturones,
y entre ellos tres cureñas primorosas. ¿Con que esto es lo que apuesta el francés contra el
danés? ¿Y a qué fin se han impuesto (como vos decís) todas esas cosas?