Page 57 - Socorro_12_cuentos_para_caerse_de_miedo
P. 57
Pero esa noche llovió torrencialmente y aunque los servidores trataron de
seguir al muchacho cuando lo vieron abandonar el templo, pronto lo perdieron de
vista en la oscuridad de las calles.
—¡Qué raro! —se decían—. ¿Cómo pudo desplazarse tan rápido, ciego
como es y en medio de esta tormenta?
Ya regresaban al templo por el camino de la playa, cuando los dos se
sobresaltaron al oír el sonido de un biwa. No por el sonido del instrumento, claro,
sino porque alguien lo estaba tocando dentro del cementerio.
Los dos hombres se dieron coraje mutuamente y se dirigieron hacia allí.
Entonces, con la luz de sus linternas lograron ubicar al ejecutante.
Increíble lo que vieron y oyeron—, Joichi estaba sentado frente a una
lápida, en la más absoluta soledad y bajo la lluvia. Entonaba —a toda voz— el
fragmento de la batalla de Dan-No-Ura, mientras hacía resonar su biwa casi
furiosamente.
Alrededor del muchacho y sobre todas las tumbas, los fuegos fatuos
brillaban como nunca. Pasmados, los sirvientes se fueron aproximando a Joichi
muy sigilosamente.
Cuando estuvieron a su lado, vieron que la lápida frente a la que el ciego
estaba actuando era la erigida en memoria del desdichado principito protegido
por los Taira.
Los fuegos de los muertos ardían sin cesar.
La lluvia caía ahora con más fuerza.
Joichi proseguía cantando y tocando su biwa, como poseído por una
energía sobrenatural. Los relámpagos iluminaban —fugazmente— la escena.
Estremecidos, los dos hombres empezaron a gritarle:
—¡Joichi! ¡Vamonos de aquí, Joichi! ¡Estás embrujado!
8) DONDE SE CUENTA CÓMO EL
SACERDOTE INTENTA SALVAR LA VIDA DE JOICHI.
Durante un rato, los sirvientes permanecieron junto al ciego, llamándolo
inútilmente
Joichi no los oía y seguía cantando y tocando como alucinado.
Finalmente, se animaron a zamarrearlo, a gritarle en el oído, a tratar de
arrebatarle su biwa.
Recién entonces fue cuando Joichi pareció advertir su presencia.
Indignado, enojadísimo, exclamó:
—¡Esto es intolerable! ¡Intolerable! ¿Cómo se permiten interrumpir mi
actuación delante de tan majestuosa concurrencia? ¿Cómo se atreven a entrar así
a la casa de tan noble Señor como lo es mi anfitrión?
Convencidos —ya— de que Joichi estaba embrujado, los hombres lo
tomaron —entonces— de las manos y de los pies y —a la fuerza— lo cargaron
para llevarlo de vuelta al templo.
Aún llovía.
El sacerdote los recibió con gran preocupación, preocupación que fue
57