Page 56 - Socorro_12_cuentos_para_caerse_de_miedo
P. 56

recompensa, pero siempre que usted prometa aceptar dos condiciones.
                         —Sí; ¿cuáles?
                         —La  primera  condición:  que  vuelva  a  tocar  aquí,  a  esta  misma  hora,
                  durante  las  seis  noches  siguientes.  Mi  Señor  regresará  a  su  casa,  después  de
                  escucharlo por última vez.
                         Mañana irá a buscarlo quien lo trajo hoy.
                         La segunda condición: que no debe contarle a nadie acerca de sus visitas a
                  este lugar, mientras mi Señor permanezca en Akamagaseki. Él está viajando de
                  incógnito  porque  no  desea  que  lo  molesten.  Vino  sólo  de  paseo,  a  conocer
                  personalmente el sitio de la batalla de Dan-No-Ura y a descansar.
                  ¿Comprende? ¿Acepta las dos condiciones?
                         —Sí, sí, por supuesto.
                         —Bien. Ahora puede retornar a su templo.
                         Y  Joichi  desandó  —entonces—  todo  el  trayecto  que  había  recorrido—
                  antes, guiado por el mismo caballero de la mano de hierro.
                         Este lo dejó en la terraza, frente a su dormitorio y se alejó, tras una formal
                  despedida.
                         Ya amanecía. En el templo, nadie había notado su ausencia.


                                      7) DONDE SE CUENTA CÓMO JOICHI
                                        ES HALLADO EN EL CEMENTERIO.

                         Tal  como  había  prometido,  Joichi  no  confió  a  ninguno  lo  que  le  había
                  sucedido.
                         Esa medianoche, volvió a salir del templo guiado por el samurai.
                         Repitió  su  exitosa  actuación  en  el  mismo  lugar  del  día  anterior  y  —tal
                  como el día anterior— regresó al templo cerca de la madrugada.
                         Pero en esta ocasión se halló con la sorpresa de que el  sacerdote  había
                  descubierto su ausencia nocturna, porque a la mañana lo hizo llamar para decirle:
                         —¿Dónde  estuviste,  Joichi?  Nos  preocupamos  mucho  cuando  —por
                  casualidad— advertimos que no te encontrabas en el templo. Siendo ciego como
                  eres, no es prudente andar solo por ahí, tan tarde. No entiendo por qué no me
                  avisaste que tenías que salir. Algún sirviente te hubiera acompañado con gusto.
                  ¿Puedo saber a dónde fuiste?
                         A Joichi no se le ocurría qué decir. No quería mentirle a su querido amigo,
                  pero  tampoco  deseaba  quebrar  su  promesa.  Entonces,  sólo  atinó  a  pedirle
                  disculpas por haberlo inquietado y por su silencio.
                         —Le ruego que me perdone si no le cuento a dónde fui. Se trataba de un
                  asunto muy personal, muy privado, que no podía postergar para otra hora y del
                  que no deseo hablar. Perdóneme, por favor. Perdóneme.
                         El  sacerdote  no  le  hizo  más  preguntas,  pero  ahora  se  sentía  más
                  preocupado que antes. Sin dudas, algo extraño le estaba pasando a Joichi. ¿Lo
                  habría embrujado algún espíritu del mal?
                         —Sin  que  él  se  dé  cuenta  —les  ordenó,  más  tarde,  a  dos  de  sus
                  sirvientes— vigilen a Joichi. Y si esta noche vuelve a salir del templo, lo siguen.




                                                           56
   51   52   53   54   55   56   57   58   59   60   61