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infinidad de matices, de diferencias en los sonidos: esos no eran los pasos del
sacerdote.
Una voz masculina y cavernosa pronunció —entonces— su nombre:
—¡Joichi!
Lo hizo de una manera muy autoritaria, prepotente, como la de alguien
que está acostumbrado a mandar.
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En aquella época, ese modo de dirigirse a otro era propio de los samurais
cuando debían hablarle a alguien que consideraban subordinado, de inferior
jerarquía. Por eso, Joichi estaba desconcertado y no atinaba a responder.
¿Quién sería ese hombre? ¿Y para qué querría hablar con él? ¿Y por qué a
esas horas?
La voz volvió a sonar de forma amenazadora:
—¡Joichi!
Muy asustado por aquel tono, el muchacho dijo:
—Sí, soy yo, pero no puedo verlo. Soy ciego. No sé quién es usted.
Con apenas un toquecito de gentileza, la voz le anunció entonces:
—No tengas miedo. No hay nada que temer. Mi Señor —una persona de
altísimo linaje— me ha enviado con un mensaje para ti. Ha venido a pasar unos
días en Akamagaseki con gran cantidad de nobles a su servicio. Su visita a esta
zona se debe a que mi Señor ansiaba ver el escenario de la famosa batalla de
Dan-No-Ura. Así lo hizo hoy y —como por allí— le contaron maravillas acerca
de tu talento para recitar e interpretar con tu biwa la historia de esa batalla, desea
escucharte.
Por lo tanto, toma tu instrumento y ven conmigo de inmediato. En la casa
de mi Señor te están aguardando, reunidos en una majestuosa asamblea.
En aquella época, nadie se atrevía a desobedecer la orden de un samurai,
por más absurda o arbitraria que fuese, de modo que Joichi se calzó sus ojotas,
cargó su biwa y se marchó con ese extraño.
El hombre lo llevaba de una mano, guiándolo con habilidad aunque lo
hacía caminar con demasiada prisa.
Por el tacto, Joichi notó que esa mano que lo conducía tenía un guante de
hierro y —debido a ciertos ruiditos metálicos como "clin-clan-clinch-clin-clan",
dedujo que usaba una armadura.
A medida que caminaban, Joichi fue perdiendo el miedo y empezó a
pensar que —en realidad— tenía mucha suerte: ¡un personaje tan importante
deseaba escucharlo a él, especialmente a él!
Al fin, la caminata concluyó:
El samurai se detuvo frente a lo que le dijo a Joichi que se trataba de una
gran puerta.
Gracias a su sentido de orientación, Joichi había podido darse cuenta —
más o menos— en qué parte del pueblo se encontraban. Por eso, se sorprendió ya
que no recordaba —por esa zona— ninguna otra gran puerta que no fuera la del
templo Amidayi.
¿A dónde lo habrían conducido?
5 Samurai: Clase noble y militar del antiguo Japón; miembro de esta organización.
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