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LA CASA VIVA



                         Al comenzar éste —su cuento— la familia Alcobre estaba cenando en el
                  comedor de su confortable piso ciudadano.
                         Era una familia "tipo": padres y dos hijos.
                         Juan  —el  padre—  y  Claudia  —la  madre—  componían  un  matrimonio
                  joven.
                         En cuanto a los hijos, Marvin tenía catorce y Greta doce cuando sucedió la
                  historia que los comprende como protagonistas.
                         Era  diciembre  o  principios  de  enero,  según  lo  indicaba  un  árbol  de
                  Navidad instalado en un rincón de la sala y a cuyo pie se encontraba un bello
                  pesebre de cerámica, producto de las manos de Greta. Ella era una apasionada
                  por esa artesanía.
                         Todos estaban alegres durante aquella comida, acababan de comprar una
                  casa  de  vacaciones.  Su  conversación  giraba  —entonces—  en  torno  de  esa
                  importante adquisición:

                  JUAN:  —Está  ubicada  sobre  la  que  va  a  ser  la  avenida  costanera  de  "La
                  Resolana" dentro de unos años. Más cerquita del agua, imposible; como ustedes
                  querían.
                  CLAUDIA:  —Es  una  casa  preciosa  y  está  puesta  a  nuevo.  Todavía  no  me
                  explico  cómo  tuvimos  la  suerte  de  conseguirla  por  la  mitad  de  lo  que  —en
                  realidad— vale.
                  GRETA: —Humm, ya me imagino... Seguro que papi empezó a pedir descuento
                  y descuento, como hace cada vez que le toca comprar algo...
                  MARVIN:  —...y  terminó  mareando  a  los  de  la  inmobiliaria,  que  se  olvidaron
                  algunos ceros en la cifra de venta.
                  CLAUDIA:  —Nada  de  eso.  El  precio  que  pagamos  por  la  casa  es  —
                  exactamente— el que la inmobiliaria fijó. Bien barato, sí, aunque cueste creerse.
                  JUAN: —Lo que pasa es que en esta época... la situación económica del país...
                  Entonces, con tal de vender...
                  GRETA:  —¿Cuándo  viajamos  a  "La  Resolana"?  ¡No  doy  más  de  ganas  de
                  conocer nuestra casa del mar!
                  MARVIN: —El viernes, nena, ¿no lo oíste?
                  CLAUDIA: —No bien tu padre y yo salgamos del trabajo. Alrededor de las ocho
                  los pasamos a buscar.
                  JUAN: —Mejor a las nueve. Quiero hacer revisar los frenos y cargar nafta.
                  GRETA: —Marvin y yo vamos a tener todo listo para el viaje.
                  MARVIN: —La torneta y tu cargamento de arcilla, sin dudas...
                  GRETA: —¿Y qué? Por lo menos, voy a aprovechar las vacaciones para hacer
                  algo más que nada como uno que yo conozco.

                         El esperado viernes de la partida llegó al fin y los Alcobre salieron en su
                  auto rumbo a "Villa La Resolana".
                         Con  la  ansiedad  que  tenían  por  estrenar  la  casa  nueva,  los  trescientos



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