Page 85 - El club de los que sobran
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—Tenemos dos alternativas. Un hotel y una casa. Dejó esas direcciones cuando entró a
          Chile  la  semana  pasada  —dijo  la  Dominga,  mientras  se  metía  la  mano  en  su  bolsillo
          trasero, para luego sacar un papel con las direcciones anotadas.
             Fue  en  ese  momento  en  que  pude  apreciar  algunos  cambios  en  su  vestimenta.  De
          partida, ahora ocupaba unos shorts rojos, muy ceñidos al cuerpo. El peto le dejaba ver el
          ombligo y su piercing, pero además había añadido unos toques de lápiz labial a su linda
          cara.
             En resumen, se veía como una mujer. Y nosotros, como sus niños enamorados.
             —Veo que les fue bien en las averiguaciones —le susurré a Pablo, quien me respondió
          con un gruñido de caverna.
             Nuestra primera misión: Hotel del Cerro. No estaba lejos. De un momento a otro, las
          fuerzas habían retornado.  Para asegurarnos,  Chupete compró media  docena de  churros
          que devoramos en el camino.
             Pobre. De haber sabido que íbamos a terminar amarrados y hambrientos al final de la
          noche, se hubiese comprado la docena entera.

































































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