Page 83 - El club de los que sobran
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Capítulo 17











          Vagamos  en  la  clandestinidad,  entre  callejones,  sin  hacer  contacto  visual  y  evitando

          calles  como  Condell  o  avenida  Italia.  Estaba  seguro  de  que  nuestras  caras  adornaban
          todos  los  postes  de  luz,  y  que  la  sustanciosa  recompensa  tenía  a  las  viejas  cuicas  que
          compran  muebles  en  la  calle  Caupolicán  tras  nuestros  pasos.  Me  sentí  como
          revolucionario en un país donde las revoluciones eran en contra de las madres.
             Solo cuando divisé a los skaters  de  Bustamante  me  sentí  seguro.  Cruzamos  la  calle
          corriendo.  Qué  raro  —pensé—,  hace  solo  unos  días  este  lugar  era  sinónimo  de  tipos
          insoportables, cochinos y mal humorados. Y ahora, mientras me tiro en el pasto y veo al
          Old School hacer un backside ollie, me siento como en casa.
             Chupete sudaba como loco. Sin dejar de mirar a todos lados, no paraba de preguntarme
          la hora. Aburrido, le aclaré:
             —Ya te dije, los vamos a esperar acá hasta que aparezcan.
             —¿Y si no aparecen?
             —Entonces les voy a decir a los skaters que eres un skin,  y  que  por  eso  tienes  esa
          pelada. Y que te gusta apalear a estos pobres pajaritos de Dios.
             —Muy chistoso, Gabriel.
             —Mi viejo siempre decía: al buen tiempo, mala cara.
             —Ya. Debe ser por eso que se viró a La Serena. Hay mejor tiempo allá.
             —Auch, Chupetín. Segundo combo al riñón que me mandas en un día. ¿Idea mía o te
          has puesto más venenoso?
             —Puede ser, tarado. ¿Pero sabes? Ya me estoy arrepintiendo.
             —¿De qué?
             —De jugar a los superhéroes.
             Lo miré. Hablaba en serio. Bajó su vista y sacó un pedazo del poco pasto que quedaba
          alrededor de la pista.
             —¿Qué te pasa? —pregunté bajando la voz.
             —Nada. O sea, tú sabes.
             —No, no sé.
             Por fin me miró a los ojos.
             —Esto ha sido entretenido por el día, Gabriel. Pero ya van a ser las nueve de la noche y
          no hemos sacado nada. Y al final, vamos a tener que volver a dormir a nuestras casas. ¿Y
          entonces?
             —Lo mismo te pregunto, Chupete. ¿Vas a arrugar ahora?
             No tuvo tiempo de responder. A lo lejos escuchamos…
             —¡Buena, Pablo!
             Mi  hermano  y  la  Dominga  cruzaron  por  la  pista  a  gran  velocidad.  Sus  amigos,
          seguidores  y  fans,  lo  saludaron  al  pasar,  pero  esta  vez  Pablo  no  tuvo  tiempo  para


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