Page 79 - El club de los que sobran
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—Bueno, miles de cosas. Pero hay una que me llama la atención.
             —¿Por qué no te ha descubierto el Barcelona y no estás jugando con Messi?
             —Ja, ja, ja. Con razón tu hermano te quitó a la Dominga. A veces eres muy fome,
          Gabriel.
             —Auch…
             —Sí, auch… —dijo con una sonrisa cínica.
             Le devolví la sonrisa. Parecía como si en las últimas 48 horas mi amigo hubiera sido
          iluminado por los dioses del Olimpo. O simplemente era…
             —La Dominga —dije.
             —¿Qué pasa con ella?
             —A ti también… —no me atreví a completar la frase. Chupete sonrió.
             —¿También me gusta? —preguntó.
             Asentí.
             —¿Y? Si así fuera… ¿qué?
             —Nada —respondí
             Chupete movió la cabeza.
             —Si sigues así, vas a terminar muy triste, Gabriel.
             Y vaya que tenía razón. A veces, la gente más desapercibida se transformaba en la más
          sabia.
             Acto  seguido,  Chupete  puso  su  dedo  sobre  la  fotografía  del  tío  Rodolfo  y  mi  papá.
          Veinte años atrás.
             —Se ven como cabros chicos —dijo.
             —Sí.
             —¿Sabes? Mi viejo quería harto a tu papá. Me lo dijo unas semanas después de que
          él… tú sabes.
             —Ah.
             —Ojalá estuviera acá.
             —¿Mi papá? —pregunté.
             —Sí.  Le  podríamos  preguntar  más  cosas  sobre  el  Chuña.  Podríamos  averiguar  de
          dónde era, sobre su hermano, qué se yo…
             —¿Y tu papá?
             —Ya lo interrogamos bastante —explicó—, y me apena decirlo, pero creo que no nos
          puede ayudar mucho más. Mi papá tiene… como lo digo…
             —¿Dañado el cerebro? —pregunté.
             —Iba a decir mala memoria, pero si lo quieres decir de esa forma…
             A los segundos nos matamos de la risa. Oigan, si uno no se ríe de las cosas trágicas, al
          final termina con mucho dolor de cabeza. Se los prometo.
             Chupete no dejó de mirar la fotografía, hasta que finalmente dijo:
             —Acá hay algo raro.
             —Ya lo dijiste.
             Me miró severo.
             —Te estoy hablando en serio. Mira… mira la fotografía… está toda rota.
             —Sí, está toda rota, ¿y qué?
             —Que mi mamá la botó. ¿Entiendes? Mi mamá tiró la fotografía más importante de mi
          viejo, la que tenía colgada ahí —señaló el lugar en la pared—, y todo después de que
          empezaron a preguntar por el Chuña.



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