Page 54 - El club de los que sobran
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con su tabla en la mano, pensando en su próximo truco. Tiene el pelo asqueroso, pero sus
amigos dicen que es cool. No se lava los dientes y milagrosamente no tiene aliento a
caca. Nunca ha jugado fútbol, y sin embargo, tú tienes tema de conversación con él.
Raro. Al menos a mí, eso me parece raro.
Supongo que esto es dejar de ser un niño. Cuando captas que no todo tiene explicación
lógica. Créeme, después de eso te das cuenta de que hay un precipicio en lo que resta de
tu vida, y que tarde o temprano, tienes que atreverte a saltarlo.
Yo prefiero no caerme en ese hoyo negro cuya profundidad no tengo clara. Al menos
no todavía. Si hacerse grande significa ver cómo mi hermano se escapa en las noches
para encontrarse contigo, la verdad es que me inclino por huir. Virarse, como dice
Pablo. Seguramente él se iría a Los Ángeles o a Barcelona, donde están los que saben de
skate. A mí solo me queda Pueblo Seco, que es donde viven mis abuelos. Advertencia: no
lo busques en el mapa. Te vas a llevar una decepción.
Viajo, pero ten por seguro que voy a volver. No iré al liceo del pueblo porque, entre
muchas otras cosas, no hay. Solo voy a tomarme un respiro. Un break. Me voy a
distanciar de los llamados de mi mamá a la hora de almuerzo, de la mala cara de Pablo
cuando llega en la noche, de lo repetitivos que se han vuelto los partidos de fútbol en el
parque y del calor que me hace despertar apenas sale el sol. Me gustaría decirte que voy
a descansar de ti, pero te mentiría. Eso nunca me cansa.
Te escribo esto porque no soy bueno para las despedidas. Y porque no me gustaría que
creyeras que desaparecí sin avisarte.
Cuídate. Me he llegado a dar cuenta de que, entre todos los que me rodean, tú eres lo
más importante.
Gabriel.
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