Page 114 - Quique Hache Detective
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me alcanzaría la paciencia. La verdad es que a                    alguna vez estuvo la «Granjita» de don Chemo
             mí los animales no me gustan. Me gustan los                       Gallardo,  era una construcción parecida a un
             loros que hablan, ésos son los únicos anima­                      hangar de aviación, con un letrero en la entra­
             les que me gustan.                                                da donde decía:  «Empresas lntermar».  Detrás
                    Indiqué a los perros que ladraban y se                     de un cerco se veía un guardia y más atrás dos
             mordisqueaban:                                                    empleados en una oficina, mirando un partido
                    -¿Entonces por qué los lleva?                              de tenis en la televisión. Los reconocí ensegui­
                    -Es  mi  trabajo:  paseador  de  perros.                   da, eran los mismos que habían secuestrado a
             Todos éstos vienen de la villa que se ve allá,                    Charo en la estación abandonada. Lo aconse­
             sus dueños me pagan para pasearlos todas las                     jable en esos momentos era buscar un teléfo­
             tardes, pero como le dije anteriormente, a mí                     no  público  y  llamar  a  los  carabineros,  pero
             los animales no me gustan.                                       preferí lo más complicado.  Permanecí escon­
                     Aproveché para preguntarle:                              dido en la  oscuridad del edificio al  frente  de
                     -No soy del barrio, busco la oficina de                  las bodegas, pensando cómo entrar.
              encomiendas de lntermar.                                                Unos minutos después, por el inicio de
                     -¿Los buses lntermar?                                    la cuadra,  apareció  una mujer arrastrando un
                     -Esos mismos.                                            carrito iluminado por  una lámpara a gas.  En
                     -Después de la rotonda aparece la cua-                   el  carrito  llevaba  una  sartén  con  aceite  hir­
              dra de las bodegas, allí están las de Falabella y               viendo donde zambullía unas masas amarillas
              Tricot, y también la bodega de los buses.                       que se transformaban rápidamente en sopai­
                     -Muchas gracias.                                         pillas,  que luego  colgaba  de  un  gancho.  Los
                     El paseador de perros siguió  haciendo                   cuidadores de las bodegas de la cuadra salie­
              fuerza con los brazos para que no se les esca­                  ron  a  comprar  café  con  sopaipillas.  Diez
              paran los animales.                                             minutos después se acercó a la puerta de ln­
                      Caminé hasta la rotonda y seguí el cír­                 termar.  El  guardia  de la  entrada  gritó  hacia
              culo  hasta  encontrar  la  calle  de  las bodegas.             adentro:
              Estaba oscureciendo y comenzaba la noche fres­                         -Llegó la tía con la comida.
              ca  de  Santiago en verano.  La  bodega,  donde                        Los  empleados  de  la  oficina  salieron,



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