Page 119 - Quique Hache Detective
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-No hables -le dije-, tenemos que sa
lir de aquí.
-¿Tú? ¿Tú no eres de los mismos?
-preguntó con voz débil.
-No hables -le ordené-. Tenemos que
apurarnos. 22
-¿Los guardias? -preguntó ella.
-Están adelante, comiendo sopaipillas.
Demoré en desatar los nudos. Charo C uando yo era niño le temía a la os
estaba pálida. curidad. Me dejaban dormir con la luz del ve
-He comido sólo pan -dijo. lador encendida. La Gertru decía que se me
La ayudé a levantarse y después de es pasaría cuando creciera. Crecí, ahora tengo
tirarse recobró fuerzas. Salimos al patio. El si quince años, una edad como para no tenerle
lencio era completo, excepto por los ladridos miedo a la oscuridad en teoría, pero en la
de los perros a lo lejos. La única solución era práctica sigo igual.
saltar el portón, pero parecía muy alto. Le Con Charo estábamos amarrados en la
pregunté si era capaz de hacerlo. Ella arrugó oscuridad de la bodega. Escuchábamos detrás
la nariz y con una mirada de taladro me dejó de las cajas a alguien que nos vigilaba y al
claro que la pregunta la ofendía. mismo tiempo intentaba sintonizar una ra
Subimos dificultosamente. Al otro la dio, pero no quedaba conforme, hasta que
do llegamos a un callejón oscuro. Cuando encontró una canción de Juan Gabriel que le
puse otra vez los pies en la tierra, Charo me interesó. De más lejos llegaba el ruido de vo
esperaba con una expresión rara en la cara. Le ces haciendo llamadas urgentes por teléfono.
pregunté qué le pasaba. Ella estiró el mentón Después se acercaron hasta nosotros.
indicándome hacia adelante. Enfrente tenía -Tenemos al detective privado tam
mos a los dos empleados y al guardia, con sus bién -se rió indicándome uno de los emplea
linternas, sonriéndonos. Uno de ellos todavía dos-. Estamos todos entonces, el único que
masticaba su sopaipilla. falta es Cachito. Por lo tanto, si quieren salir
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