Page 112 - Quique Hache Detective
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Algo  del  pasado  de  Cacho  me  hizo
              sentido en ese momento.  Las piezas del rom­
              pecabezas comenzaban a calzar.
                     -¿Manejaba buses? -pregunté a León.
                     -Era su  ocupación antes de convertir-
              se en arquero.                                                                           21
                     -¿En qué línea de buses?
                     -No, eso nunca lo dijo.
                     Nos  despedimos,  aunque  yo  sabía  la                           En las  calles  de  Santa  Familia  se
              respuesta.                                                       anunciaba el  partido del día siguiente. Todo
                     Esperé que la Gertru se cansara de ha-                    estaba  preparado  y  se presentía  el  ambiente
              blar y llegara la hora de la telenovela de me­                   de  fiesta,  pero  también  de desánimo  por  la
              dia tarde. Entonces habló:                                       suerte del equipo local, el Ferro Quilín.
                     -Me voy para la casa. Si te vienes con­                          Gasté el dinero en un taxi que me de­
              migo te preparo un fantasmal con unas galle­                     jó detrás de la villa Lomas de San Clemente.
              titas de avena.                                                  En un parque me  senté  a  esperar,  pensando
                     Traté de que la mentira no se me notara:                  cualquier cosa para hacer pasar el tiempo. Me
                     -Me quedo por  aquí,  no  quiero llegar                   dormí  enseguida sentado en  el  banco  y des­
              tan temprano a la casa. Voy a dar una vuelta                     perté una hora más tarde. No quedaba gente
              por Providencia.                                                 en la calle y por el parque un señor paseaba a
                     Por supuesto ella no me creyó.  Como                      diez perros,  todos unidos  con diferentes  co­
              actor  yo  era  pésimo.  Nos  despedimos  en  el                 rreas. El señor debía tener mucha fuerza por­
              metro de Manuel Montt. Todavía el sol esta­                      que  los perros  querían  escapar  cada  uno en
              ba manchado, iluminaba de lado los edificios                    direcciones diferentes.
              de Santiago y yo lo único que quería era que                            -¿Son todos suyos? -le pregunté cuan­
              oscureciera pronto.                                             do pasó a mi lado.
                                                                                      -Cómo se le ocurre, no me alcanzaría
                                                                              la plata para alimentarlos a todos y tampoco


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