Page 116 - Quique Hache Detective
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alegres, hasta la vereda. Rodearon el carrito y
a la mujer. Las sopaipillas se freían con escán
dalo en la sartén. Era el momento que estaba
esperando. Llegué al portón de la bodega por
un costado y entré. Los empleados y el guar
dia seguían conversando, riéndose junto al
carrito. A uno de ellos le escuché decir:
-Estas son las mejores sopaipillas que
he probado, tía, debería exportarlas.
Corrí hacia el interior sin que nadie
me viera. Adentro sólo encontré cajas cerra
das de codos los tamaños. El televisor seguía
encendido en el tenis, pero no me detuve a
mirarlo. Por un momento pensé que estaba
equivocado. La bodega continuaba por una
puerta hacia otras dependencias y a un am
plio patio donde encontré estacionados, fren
te a un portón, dos camiones con los colores
plateados y las franjas amarillas de la empresa
en los costados. No estaba allí lo que buscaba
y me desesperé. En ese momento vi en la de
pendencia interior, sobre la pared, los brillos
de un televisor encendido. Llegué hasta el
rincón más alejado, rodeado de cajas y neu
máticos. Sobre un catre de metal estaba Cha
ro, mirando sin ganas la televisión, amarrada
de una mano y de una pierna al catre. Al ver
me se sorprendió.
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