Page 78 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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Cuando los tres niños despertaron a la mañana siguiente (habían dormido
                  sobre un montón de cojines en el pabellón), lo primero que oyeron —la señora
                  Castora se lo dijo— fue la noticia de que su hermano había sido rescatado y
                  conducido al campamento durante la  noche. En ese momento estaba con
                  Aslan.
                        Inmediatamente después de tomar su  desayuno, los tres niños salieron.
                  Vieron a Aslan y a Edmundo que caminaban juntos sobre el pasto lleno de
                  rocío. Estaban separados del resto de la corte. No hay necesidad de contarles a
                  ustedes qué le dijo Aslan a Edmundo (y nadie lo supo nunca), pero ésta fue
                  una conversación que el niño jamás olvidó. Cuando los tres hermanos se
                  acercaron, Aslan se dirigió hacia ellos llevando á Edmundo con él.
                        —Aquí está su hermano —les dijo—, y ... no es necesario hablarle sobre
                  lo que ha pasado.
                        Edmundo estrechó las manos de cada uno y les dijo:
                        —Lo siento mucho...
                        —Todo está bien —respondieron. Y los tres quisieron entonces decir algo
                  más para demostrar a Edmundo que volvían a ser amigos —algo sencillo y
                  natural—, pero a ninguno se le ocurrió nada. Antes de que tuvieran tiempo de
                  sentirse incómodos, uno de los leopardos se acercó a Aslan y le dijo:
                        —Sire, un mensajero del enemigo suplica le des una audiencia.
                        —Deja que se aproxime —dijo Aslan.
                        El leopardo se alejó y volvió al instante conduciendo al Enano de la Bruja.
                        —¿Cuál es tu mensaje, Hijo de la Tierra? —preguntó Aslan.
                        —La Reina de Narnia, Emperatriz de las Islas Solitarias, desea un
                  salvoconducto para venir a hablar contigo —dijo el Enano—. Se trata de un
                  asunto de conveniencia tanto para ti como para ella.
                        —¡Reina de Narnia! ¡Seguro! —exclamó el Castor—. ¡Qué descaro!
                        —Paz, Castor —dijo Aslan—. Todos  los nombres serán devueltos muy
                  pronto a sus verdaderos dueños. Entretanto no queremos disputas... Dile a tu
                  ama, Hijo de la Tierra, que le garantizo su salvoconducto, con la condición de
                  que deje su vara tras ella, junto al gran roble.
                        El Enano aceptó. Dos leopardos lo acompañaron en su regreso para
                  asegurarse de que se cumpliera el compromiso.
                        —Pero ¿y si ella transforma a los leopardos en estatuas? —susurró Lucía al
                  oído de Pedro.
                        Creo que la misma idea se les había ocurrido a los leopardos; mientras se
                  alejaban, en todo momento la piel de sus lomos permaneció erizada, como
                  también su cola..., igual que cuando un gato ve un perro extraño.
                        —Todo irá bien —murmuró Pedro—. Aslan no los hubiera enviado si no
                  fuera así.
                        Pocos minutos más tarde la Bruja en persona subió a la cima de la colina.
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