Page 82 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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importancia—. No. Ella no atacará esta noche. —Entonces suspiró
                  profundamente y agregó—: De todos modos, pensaste bien. Esa es la manera
                  como un soldado debe pensar. Pero eso no importa ahora, realmente.
                        Entonces procedieron a instalar el campamento.
                        La melancolía de Aslan los afectó a todos aquella tarde. Pedro se sentía
                  inquieto también ante la idea de librar la batalla bajo su responsabilidad. La
                  noticia de la posible ausencia de Aslan lo alteró profundamente.
                        La cena de esa noche fue silenciosa. Todos advirtieron cuán diferente
                  había sido la de la noche anterior o incluso el almuerzo de esa mañana. Era
                  como si los buenos tiempos, que recién habían comenzado, estuvieran llegando
                  a su fin.
                        Estos sentimientos afectaron a Susana en tal forma que no pudo conciliar
                  el sueño cuando se fue a acostar. Después de estar tendida contando ovejas y
                  dándose vueltas una y otra vez, oyó que Lucía suspiraba largamente y se
                  acercaba a ella en la oscuridad.
                        —¿Tampoco tú puedes dormir? —le preguntó.
                        —No —dijo Lucía—. Pensaba que tú estabas dormida. ¿Sabes...?
                        —¿Qué?
                        —Tengo un presentimiento horroroso..., como si algo estuviera
                  suspendido sobre nosotros...
                        —A mí me pasa lo mismo...
                        —Es sobre Aslan —continuó Lucía—. Algo horrible le va a suceder, o él
                  va a tener que hacer una cosa terrible.
                        —A él le sucede algo malo. Toda la tarde ha estado raro —dijo Susana—.
                  Lucía, ¿qué fue lo que dijo sobre no estar con nosotros en la batalla? ¿Tú crees
                  que se puede escabullir y dejarnos esta noche?
                        —¿Dónde está ahora? —preguntó Lucía—. ¿Está en el pabellón?
                        —No creo.
                        —Susana, vamos afuera y miremos alrededor. Puede que lo veamos.
                        —Está bien. Es lo mejor que podemos hacer en lugar de seguir aquí
                  tendidas y despiertas.
                        En silencio y a tientas las dos niñas caminaron entre los demás que estaban
                  dormidos y se deslizaron fuera del pabellón. La luz de la luna era brillante y
                  todo estaba en absoluto silencio, excepto el río que murmuraba sobre las
                  piedras. De repente Susana cogió el brazo de Lucía y le dijo:
                        —¡Mira!
                        Al otro lado del campamento, donde comenzaban los árboles, vieron al
                  León: caminaba muy despacio y se alejaba de ellos internándose en el bosque.
                  Sin decir una palabra, ambas lo siguieron.
                        Tras él, las niñas subieron una húmeda pendiente, fuera del valle del río, y
                  luego torcieron algo hacia la izquierda..., aparentemente por la misma ruta que
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