Page 79 - Crónicas de Narnia I - Junio 5to Básico
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Se dirigió derechamente a Aslan y se quedó frente a él. Los tres niños, que
nunca la habían visto, sintieron que un escalofrío les recorría la espalda cuando
miraron su rostro. Se produjo un sordo gruñido entre los animales. Y, a pesar
de que el sol resplandecía, repentinamente todos se helaron.
Los dos únicos que parecían estar tranquilos y cómodos eran Aslan y la
Bruja. Resultaba muy curioso ver esas dos caras —una dorada y otra pálida
como la muerte— tan cerca una de otra. Pero la Bruja no miraba a Aslan
exactamente a los ojos. La señora Castora puso especial atención en ello.
—Tienes un traidor aquí, Aslan —dijo la Bruja.
Por supuesto, todos comprendieron que ella se refería a Edmundo. Pero
éste, después de todo lo que le había pasado y especialmente después de la
conversación de la mañana, había dejado de preocuparse de sí mismo. Sólo
miró a Aslan sin que pareciera importarle lo que la Bruja dijera.
—Bueno —dijo Aslan—, su ofensa no fue contra ti.
—¿Te has olvidado de la Magia Profunda? —preguntó la Bruja.
—Digamos que la he olvidado —contestó Aslan gravemente—.
Cuéntanos acerca de esta Magia Profunda.
—¿Contarte a ti? —gritó la Bruja, con un acento que repentinamente se
hizo más y más chillón—. ¿Contarte lo que está escrito en la Mesa de Piedra
que está a tu lado? ¿Contarte lo que, con una lanza, quedó grabado en el tronco
del Fresno del Mundo? ¿Contarte lo que se lee en el cetro del Emperador-Más-
Allá-del-Mar? Al menos tú conoces la magia que el Emperador estableció en
Narnia desde el comienzo mismo. Tú sabes que todo traidor me pertenece;
que, por ley, es mi presa, y que por cada traición tengo derecho a matar.
—¡Oh! —dijo el Castor—, así es que eso fue lo que la llevó a imaginarse
que era Reina..., porque usted era el verdugo del Emperador. Ya veo...
—Paz, Castor —dijo Aslan, con un gruñido muy suave.
—Por lo tanto —continuó la Bruja—, esa criatura humana es mía. Su vida
está en prenda y me pertenece. Su sangre es mía.
—¡Ven y llévatela, entonces! —dijo el Toro con cabeza de hombre, en un
gran bramido.
—¡Tonto! —dijo la Bruja, con una sonrisa salvaje, que casi parecía un
gruñido—. ¿Crees realmente que tu amo puede despojarme de mis derechos
por la sola fuerza? El conoce la Magia Profunda mejor que eso. Sabe que, a
menos que yo tenga esa sangre, como dice la Ley, toda Narnia será destruida y
perecerá en fuego y agua.
—Es muy cierto —dijo Aslan—. No lo niego.
—¡Ay, Aslan! —susurró Susana al oído del León—. ¿No podemos?...
Quiero decir, usted no lo haría, ¿verdad? ¿Podríamos hacer algo con la Magia
Profunda? ¿No hay algo que usted pueda hacer contra esa Magia?
—¿Trabajar contra la magia del Emperador? —dijo Aslan, dándose vuelta